Y LA AVARICIA ROMPIO EL SACO
Corría la década de los años 80. En Gran Bretaña Margaret Thatcher empieza una guerra interna contra los sindicatos y las conquistas sociales de las y los obreros británicos. Como parte de esa guerra, se inventa el cuento del llamado “capitalismo popular” por el que las y los obreros se convertirían también en capitalistas. Al otro lado del Atlántico un colega de la Thatcher, Ronald Reagan, ponía los cimientos legales para lo que vino después: la impunidad y libertad total para la especulación pura y dura del capital financiero.
El capitalismo industrial no les da ya plusvalía suficiente para su ambición desmedida y las cúpulas ejecutivas del capital financiero, principalmente yanquis, diseñan un timo piramidal a nivel mundial. Bajo la doctrina de “el que no arriesga no vale para la banca”, inventan productos y fórmulas financieras que son puro humo, y van inflando el globo del “capitalismo popular”. La “felicidad” es completa, el paro se mantiene en cotas bajas y, salvo alguna crisis cíclica (petróleo, …) el barco va viento en popa. Y las élites propietarias y ejecutivos “pata negra” se forran sin límite ni medida alguna.
Además, en 1989 cae el muro de Berlín, y con él la izquierda europea. Las y los obreros de Europa occidental, abducidos en muchos casos por este capitalismo “popular” se quedan sin referencias para imaginar y luchar por un modelo alternativo al capital. Francis Fukuyama publica en 1992 su teoría del “fin de la historia”, según la cual se ha acabado la lucha de clases y sólo hay un único sistema posible, el capitalismo.
El dinero se infla y se infla, y las bolsas suben y suben, hay trabajo aunque sea para hacer cosas de dudosa rentabilidad social (segundas y terceras residencias, obras faraónicas, …) y el sistema financiero promueve un endeudamiento masivo, lejos de cualquier norma de prudencia bancaria y sentido común. Y el globo crece y crece mientras la cúpula financiera se seguía forrando y forrando a paladas (paladas de las de excavadora, no de las manuales).
Pero, ay!, como no podía ser de otra manera, el globo se rompió, el crecimiento continuo de dividendos, valores, propiedades, …, se paró, y, como siempre sucede en los timos piramidales, la pirámide se cayó atrapando a los de la base. Y es que el humo no valía tanto como nos hicieron creer. Corría el año 2008.
… (seguirá)