Desde LAB siempre hemos sostenido que en Euskal Herria existe corrupción, siempre ha existido, ha sido parte del oasis vasco de los partidos sistémicos, tal y como hemos visto en otros casos dentro de las instituciones vascas; en Gipuzkoa, “el caso Bravo” y, en Kutxabank, “el caso Cabieces”, por ejemplo.
Sí, en el oasis vasco también hay corrupción, y esa corrupción no se puede entender como un modo de actuar aislado o personal de unas u otras personas. Si “el caso De Miguel” ha salpicado al PNV es porque el partido de Urkullu está metido en el fango hasta las rodillas. No se pueden gestionar las instituciones como si fueran Batzokis, en favor de intereses propios.
La red de corrupción se teje aprovechando el poder que tienen las élites políticas en el ámbito público; la base de todo son la red y las relaciones clientelares. Es imprescindible acabar con esta práctica si se quiere poner fin a todo tipo de corrupción, también en Euskal Herria.
Si no se hace eso, los dirigentes sistémicos que están en el poder seguirán llenando sus bolsillos a través de prácticas ilegales, en detrimento de los bolsillos de la ciudadanía.
Se debe cambiar por completo el modelo de administración para acabar con el saqueo que supone la corrupción y para garantizar una gestión transparente del dinero público y un reparto justo de la riqueza. Eso sí, mientras eso se produce, se debe devolver todo el dinero que nos han robado De Miguel y compañía.