De nuevo, Iberdrola y Endesa quieren alargar la vida de la central nuclear de Garoña. Para ello, nuevamente contarán con la ayuda del gobierno del PP. Desde hace tiempo que la central nuclear de Garoña debería estar cerrada y desmantelada; así lo ha exigido LAB en numerosas ocasiones. Pronto se les ha olvidado lo que ocurrió en Fukushima, y en el que además de sufrir numerosos desperfectos, murieron 200.000 personas.
El estado español no aprende; sitúa sus interesen económicos por encima de la salud y la seguridad de la población y el medio ambiente. Otros países, entre los que se encuentra Alemania, han cerrado centrales nucleares. En el caso de Bélgica, solo ha cerrado las centrales del mismo modelo que la de Garoña.
Nos parece grave que se quiera convertir Garoña en un cementerio de materiales radiactivos. Ahora quieren alargar su vida; ello nos parece inaceptable. Quieren almacenar el combustible radiactivo utilizado en Garoña allí mismo, hasta que se construya el almacén de Cuenca. Creen que todas las reformas necesarias para ello están realizadas. Andamos dando vueltas a este tema desde 2012. Para aquel entonces había transcurrido el plazo para cerrar definitivamente la central: por un lado, porque técnicamente era algo muy peligroso, debido al problema de la corrosión, y por otro, porque la central tenía más de 40 años.
Debemos lograr un sistema energético más seguro que sacie las necesidades de Euskal Herria; un sistema que cree numerosos puestos de trabajo, que nos traiga un desarrollo económico más equilibrado, que garantice un aire más limpio y una mejor salud pública. Para ello, el primer paso es que se abandone la energía nuclear.
El apilamiento de la radiactividad que emite esta central resulta muy perjudicial para la salud, pues en los alrededores de los lugares de almacenamiento, los casos de cáncer de estómago y pulmón son más numerosos de lo normal. Pero, sobre todo, no debemos olvidar que la energía nuclear es muy peligrosa. La sociedad de Euskal Herria está muy concienciada de que se debe arrinconar la energía nuclear y que al mismo tiempo, que dicha energía no es una alternativa a la de los combustibles fósiles. Gracias a ello no se construyó Lemoiz. Ningún alcalde se atreve a traer a Euskal Herria un almacén de residuos radiactivos.
La apuesta de LAB consiste en abandonar la energía nuclear, en el ahorro de energía y en dar un verdadero impulso a la eficiencia, además de impulsar unas energías renovables limpias y unas instalaciones diseminadas. En este sentido, podemos decir que los países industrializados podemos dar grandes pasos en el ahorro de energía, sobre todo, en lo que se refiere a la eléctrica.