.- Análisis remitido por Rafa Díez Usabiaga desde su celda de Santoña al diario GARA. A las puertas del 20D el Exsecretario General de LAB llama a aunar esfuerzos desde la pluralidad y el compromiso por la soberanía y el cambio social en Euskal Herria.
Las elecciones del 20D volverán a fotografiar la imagen de Hego Euskal Herria en el marco de un Estado español sacudido por el desgaste del bipartidismo, el agotamiento de un modelo autonómico concebido como instrumento de asimilación constitucionalista para Catalunya y Euskal Herria, y los efectos de la carniceria social producida por las políticas neoliberales en terminos de desempleo, precariedad, exclusión social, derechos sociales y laborales… mientras, eso sí, las empresas del IBEX-35 lograban más de 30.000 millones de euros de beneficios entre enero y setiembre, un 14% más que el año anterior.
Unas elecciones donde el soberanismo e independentismo en Catalunya y Euskal Herria tenemos la oportunidad de marcar territorio, de reflejar en votos y escaños la dimensión nacional propia ante la arrogancia e imposición del fundamentalismo constitucional, que tanto PP como PSOE vienen utilizando para neutralizar la construcción democrática de ambas naciones. Este «patriotismo constitucional», término acuñado por Aznar, se ha llevado por delante las veleidades federalistas y asimétricas del PSOE sacrificando el derecho a decidir, enterrando su republicanismo, rechazando el carácter de nación para Euskal Herria y Catalunya e, incluso, alineándose con UPN en torno a la Disposición Transitoria Cuarta.
Este fundamentalismo constitucional ha impregnado, asimismo, la marca blanca de la derecha española, Ciudadanos, convertida en un falangismo de nuevo cuño. Detrás del regeneracionismo institucional, influido por el hartazgo social ante la corrupción sistémica, y de unas propuestas socio-económicas de auténtico tutti-frutti ideológico, nos encontramos con una opción concebida desde los poderes del IBEX-35 para neutralizar el «efecto Podemos» y dotar de estabilidad al sistema en esta encrucijada histórica.
Frente a este nuevo tridente del sistema, Podemos ha desfigurado su proyección política con un viaje a los caladeros sociales del centro, donde está compitiendo, por ambición desmesurada, en términos políticos y económicos indefinidos que están erosionando la inicial frescura, coherencia y radicalidad con la que enganchó a amplios sectores sociales cansados del fraude socialista y/o situados en el abstencionismo. El refran «quien mucho abarca poco aprieta» puede sintetizar esta última etapa de un fenomeno Podemos que, aunque presenta unos trazos ideológicos confusos en torno a la cuestión nacional, puede abrir una vía de agua importante al búnker constitucionalista.
Es decir, abordamos unas elecciones con mayor desvertebración del mapa político estatal y, en especial, con dos realidades nacionales con mayorías políticas y sociales que demandan democracia y respeto a la voluntad de la ciudadania ante una constitución convertida en cárcel de pueblos.
En Hego Euskal Herria, el cambio estratégico de la izquierda abertzale ha producido una gran transformación del mapa político. El independentismo se ha situado como segunda fuerza política y el espacio que reclama un nuevo marco jurídico-político, pivotado en el reconocimiento nacional y el derecho a decidir, es mayoritario en los parlamentos de Gasteiz e Iruñea. Asiismo, la mayoría del cambio ha logrado desplazar al búnker en Nafarroa y el conjunto del unionismo se ha debilitado en todos los territorios. Es decir, en cuatro años la foto política se ha transformado radicalmente, poniendo bases para avanzar en el proceso y reubicando el proyecto político de la izquierda abertzale.
Como respuesta a esta evolución en la correlación de fuerzas, el unionismo, al igual que en Catalunya, ha cerrado filas embarrando el nuevo escenario con el bloqueo del proceso de paz y con el sabotaje político a cualquier cambio de marco, acentuando medidas recentralizadoras. La persistente actitud del Estado de condicionar el nuevo escenario con su política penitenciaria y judicial, con su rechazo a abordar un desarme ordenado, son consecuencia de su debilidad estratégica ante el unilateral cambio propiciado por la izquierda abertzale.
Esta total ausencia de bilateralidad por parte del Estado para abordar, desde el diálogo y el acuerdo, las demandas mayoritarias de la sociedad vasca han sido acompañadas por la parálisis de un PNV interesado en frenar y enfriar los ritmos del proceso vasco para evitar contagios con el independentismo catalán y una excesiva dependencia de EH Bildu en la determinación del cambio político. La débil y contradictoria gestión del PNV en torno al proceso de paz, facilitando el bloqueo del Estado, los acuerdos institucionales con el PSOE para dar estabilidad a su gestión y el bochornoso espectáculo de la ponencia de autogobierno del Parlamento de Gasteiz son reflejo de esa estrategia jeltzale. Todo esto ha influido en una mayoría social que observa con envidia el proceso catalán y, sin embargo, no encuentra explicaciones para no avanzar en similares orientaciones para abrirle al Estado un segundo frente de interpelación y demanda política.
Necesidad de ofensiva política
Desde estos primeros movimientos y efectos, y con una bilateralidad rechazada por el Estado, es momento de pasar a la ofensiva, de poner en marcha una Vía Vasca que permita condicionar el bloqueo, en un contexto clave ante la crisis del modelo autonómico y la fuerza del independentismo catalán.
El tren que salió de Lizarra queriendo dejar atrás la etapa autonómica se nos ha atascado varias veces por errores múltiples del movimiento abertzale. Errores de evaluación, falta de confianza en la fuerza de la sociedad y cierta arrogancia estratégica en la izquierda abertzale. Errores del PNV a consecuencia de sus ataduras de clase, miedos a pérdidas de gestión institucional, neoliberalismo económico y nula incentivación del movimiento sindical y social.
Ese tren ha seguido dando vueltas y revueltas (Loiola, Plan Ibarretxe, consulta) por diferentes apeaderos políticos sin encauzar adecuadamente las correlaciones de fuerza políticas, sindicales y sociales, y, por tanto, es momento de ponerlo con velocidad de crucero en dirección a construir el Estado Vasco. Este es el deseo de una mayoría social que se pregunta sorprendida por la ausencia de liderazgos compartidos y convergencias básicas para alcanzar un estado real de reconocimiento nacional y soberanía político-económica.
Así pues, aunque el ritmo del proceso ha sido coyunturalmente bloqueado por el unionismo, el cambio estratégico de la izquierda abertzale ha situado condiciones estructurales nuevas para que la mayoría política, sindical y social empiece a articular una acción política y social convergente. No podemos perder más tiempo en apeaderos bloqueados por la posición del Estado y condicionados por cálculos partidarios. Es momento de convergencias básicas en clave político-institucional, socioeconómica y cultural, llenando ese tren de una fuerza social plural e imparable en creatividad, innovación y compromiso, para alcanzar un reconocimiento nacional y soberanía político-económica. Una convergencia colectiva en una Vía Vasca con la sociedad vasca como motor fundamental.
Hay mucha gente en los andenes, con trayectorias y pensamientos diferentes pero también con prioridades comunes, para subir al tren del proceso y ser cooparticipes de una Vía Vasca capaz de materializar el deseado cambio político y social. Por tanto, en estas elecciones debemos afianzar EH Bildu para trabajar en esa dirección, dando profundidad y desarrollo al proceso de cambio político iniciado en Lizarra y todavía no culminado.
Si hace 26 años, cuanto sustituí como diputado a Iñaki Esnaola, herido grave en el atentado donde asesinaron a Josu Muguruza, HB llevó a Madrid una propuesta de negociación y soluciones políticas pretendiendo retomar las conversaciones de Argel, ahora EH Bildu tiene que representar la voz firme de una Euskal Herria que, al igual que Catalunya, quiere librarse de la estructura de negación, imposición y subordinación del actual marco constitucional.
No son, pues, tiempos de vacilaciones especulativas, escepticismos crónicos o purismos ideológicos que solo sirven para dar color al escaparate político. Debemos aunar esfuerzos e ilusionar a grandes capas sociales haciendoles partícipes, desde la pluralidad y el compromiso, de una estrategia popular por la soberanía y el cambio social. Aurrera bolie!