Además, un total de 1.427 jóvenes menores de 25 años también han desaparecido en la CAV de las listas del paro. Esta coincidencia no es casual, simplemente significa que la juventud continúa siendo expulsada del mercado laboral; porque la falta de expectativas provoca desánimo, abandono de la búsqueda activa de empleo e incluso exilio por razones económicas.
Mientras tanto, la precariedad en la contratación se mantiene en niveles escandalosos, ya que el 93,6% de los contratos firmados fueros temporales, y en su gran mayoría de muy corta duración.
Precisamente, lo que explica la terrible dualidad y desigualdad laboral existente es el abuso intensivo de la contratación temporal en fraude de ley, sin que los servicios públicos de empleo y la inspección de trabajo activen los mecanismos de control necesarios para poner coto a estas prácticas empresariales.
Esta circunstancia esta siendo aprovechada por diferentes grupos de presión ligados a asociaciones empresariales y a poderosos intereses económicos para proponer una nueva reforma laboral que acabe implantando el “contrato único”. De hecho, esta propuesta estará presente en los programas electorales de las principales fuerzas políticas unionistas, en unos casos de forma explícita, y en otros como parte de una agenda oculta y más gradual.
Pero el objetivo último de esta fórmula no es terminar con la dicotomía indefinido-temporal, sino equiparar a la baja los costes por despido y los derechos laborales de los contratos indefinidos y los temporales, y avanzar hacia la liquidación total de la tutela judicial efectiva frente al despido.
En definitiva, lo que se pretende es convertir la precariedad en normalidad, agravando las consecuencias de la rotación laboral, y generalizando las situaciones de vulnerabilidad e indefensión frente al poder patronal.