Durante las últimas semanas, la cantinela del Gobierno Vasco y del Gobierno Central es la misma: ensalzar las bondades de la bilateralidad. Una bilateralidad puesta en práctica a través de diferentes acuerdos – acuerdo del cupo, apoyo a presupuestos, techo de gasto.. – y que tiene un único objetivo: mantener el status quo actual. Y, para este viaje, el Gobierno Español, como ya lo hiciera en la primera transición, para esta segunda también, cuenta con un alumno aventajado: el PNV.
La apuesta del PNV no ha cambiado. Siempre ha consistido en cultivar el pactismo con el gobierno central de turno a cambio de sacrificar las aspiraciones soberanistas. Posteriormente la apuesta en escena exige presentar los acuerdos como un éxito arrancado al contrario, un rival aparentemente antagónico, aunque en realidad ambas partes comparten los mismos objetivos estratégicos.
A fin de cuentas, con más o menos competencias, el partido jeltzale comparte el modelo de descentralización administrativa de corte autonómico, y da por buena la situación de subordinación con respecto al Estado.
El acuerdo del Cupo que el PNV está vendiendo como uno de los mayores logros de la historia de este país, no es más que un nuevo fraude a las aspiraciones de soberanía. El PNV comparte plenamente el proyecto económico de la derecha económica y como consecuencia nunca pondrá en riesgo el andamiaje político-institucional español que le da cobertura. Por eso renuncia a construir una sociedad vasca más justa y solidaria, consolidando la capacidad de decisión unilateral del gobierno y el estado español en el ámbito de la legislación básica y la orientación general de la política económica.
A estas alturas no nos sorprende la posición de un PNV más interesado en formar parte de los consejos de administración de empresas multinacionales, que de apostar por una salida a la crisis que proteja el empleo de calidad, la distribución de la riqueza y el fortalecimiento, innovación y diversificación de nuestro tejido productivo.
No tenemos ninguna duda que esto forma parte de un acuerdo que pretende ser parte de un pacto de estado en el que el PNV pretende aprovechar la coyuntura para obtener ventaja partidista. Y si hay que alinearse con el estado ante la voluntad de soberanía de pueblos como el catalán o el vasco, se hace. El dos por uno del PNV (firma del acuerdo del cupo y los presupuestos-techo de gasto) dan al PP la estabilidad que necesita para la próxima legislatura. Consolida en el poder a un partido en los tribunales por corrupto, que le va a permitir seguir haciendo las políticas de recortes y de austeridad para la mayoría, en beneficio de una minoría.
No es extraño que el españolismo indulgente aplauda la decisión del PNV, den vivas a su concepto de bilateralidad y se jaleen demandando al independentismo catalán que aprenda de éste.