Arantxa Vazquez y Eli Etxeberria, representantes de la Secretaría Feminista de LAB, han escrito el siguiente artículo de opinión con motivo del Día de las Trabajadoras del Hogar, hoy 30 de marzo.
Si tuviéramos tiempo para pararnos a mirar a nuestro alrededor, analizar lo que vemos y reflexionar al respecto, veríamos muchas más cosas de las que a simple vista se nos presentan ante los ojos. Pero tener tiempo en esta sociedad es un lujo, no un derecho ni un capricho, ni siquiera una cuestión de organizarnos bien la vida.
Tener tiempo es cuestión de clase, entre otras cosas. Y de género, por supuesto. Y de origen, ¡cómo no!
Tenemos la vida absolutamente organizada en función del empleo; del que vale, el que da derechos, el que cotiza, el que contabiliza, el que dicen que produce “algo”, que genera “crecimiento” de la economía según los empresarios, la patronal y los gobiernos (esos señores que tampoco tienen tiempo, aunque pudieran tenerlo, porque lo emplean en ganar más dinero para comprar el tiempo de quien nada más tiene…). Tan es así, que pensamos que no es posible vivir de otra manera.
Nos acaba pareciendo normal vivir para trabajar y ganar cada vez menos. Nos parece normal que haya quien tenga una mujer viviendo en su casa, sirviéndole las 24 horas a cambio de su vida. Nos parece normal que las mujeres, por ser mujeres, nos encarguemos de todos los trabajos de cuidados y del hogar. No nos sorprende que la mayoría de las mujeres vivan haciendo malabares para llegar a todo, que la mayor parte de las trabajadoras de hogar sean mujeres y que, de éstas, la mayoría de la internas sean migradas. ¿No nos da qué pensar todo esto?
Mientras, el Gobierno Vasco excluye de las ayudas por conciliación de menores a las trabajadoras de hogar, sí, las que les limpian sus casas. Las trabajadoras del servicio de ayuda a domicilio siguen en condiciones precarias, porque los presupuestos para la prestación de estos servicios se rebajan año tras año por parte de las diputaciones, y los ayuntamientos miran hacia otro lado mientras subcontratan estos servicios de ayuda a domicilio en vez de gestionarlos directamente.
El injusto reparto del tiempo, el empleo y el trabajo implica que haya mujeres realizando estas tareas de manera gratuita, en condiciones precarias o en régimen de semiesclavitud. Saber esto y no hacer nada por cambiarlo nos convierte en cómplices de esta situación. Pensar que los trabajos de cuidados no son una responsabilidad social es una auténtica irresponsabilidad política. No se puede hablar del triunfo de las políticas de igualdad y lo bien que está la CAV en cuanto a brecha salarial mientras quien está barriendo tu casa es una mujer en condiciones laborales denunciables, con derechos recortados o incluso sin derechos, debido a su situación administrativa, o mientras sigamos pensando que las mujeres ganamos menos porque no sabemos elegir bien los estudios, ¡ya está bien!
¿Queremos una sociedad en la que tenga que haber mujeres que se hagan cargo de lo que el resto no quiere/puede hacer? ¿O queremos, más bien, una sociedad en la que se reparta este tipo de trabajo y no se pueda explotar a nadie a través de ellos? Y mientras caminamos hacia esto, desde ahora mismo, se pueden ir tomando medidas de transición, medidas que se vayan acercando a un nuevo modelo, a una sociedad distinta a la de ahora y lo más parecida posible a la que reclamábamos el pasado 8 de marzo en las calles. Entre esta medidas podríamos citar las siguientes:
• Reconocer el trabajo de hogar y a las trabajadoras que lo realizan, es decir, derechos para todas (paro, baja por enfermedad, cotización a la seguridad social, formación, salario mínimo…).
• Ratificar el convenio 189 de la OIT.
• Poner en marcha verdaderas políticas de conciliación, en las que lo primero que se hable sea de una reducción drástica de la jornada laboral y de una modificación de los horarios para que sean compatibles con la vida.
• Organización social en función de la vida y no de la producción.
• Luchar contra la división sexual del trabajo, atendiendo también a su intersección con la raza, el estatus migratorio, la clase social.
• Repensar y reorganizar los trabajos socialmente necesarios.
• Políticas efectivas de corresponsabilidad y medidas reales de conciliación.
• Derogación de la Ley de Extranjería.
• Abolición del régimen de internas.
• Medidas universales y singulares para garantizar el derecho a cuidar, a ser cuidadas y a no cuidar.
• Desarrollo de los servicios públicos.
• Sistema público vasco de cuidados
Queremos acabar con una cita de la magnífica Angela Davis:
“La abolición del trabajo doméstico como responsabilidad exclusiva e individual femenina es, claramente, un objetivo estratégico de la liberación de las mujeres. Pero la socialización de este trabajo – incluida la preparación de las comidas y el cuidado de los niños – presupone el final del reinado de la búsqueda del beneficio en la economía.”