A continuación podéis leer el artículo de opinión del delegado de Osakidetza de Jesús Oñate, que pone de manifiesto los problemas generados por la burocracia en agosto de este año en las OPE de la sanidad pública.
La RAE define opresión como la acción de someter a una persona, nación, pueblo, etc., vejándolos, humillándolos o tiranizándolos. Ya en el s. XIX, Karl Marx, tras estudiar el funcionamiento de diferentes Estados, concluyó que la burocracia no es solo una manera de administrar lo público, sino que para los y las capitalistas, la burocracia supone un elemento más de opresión de la clase obrera.
Este verano hemos podido comprobar claramente cómo Osakidetza como ente capitalista y su dirección burguesa, ha usado la burocracia para oprimir aún más a la masa de trabajadores y trabajadoras independientemente de que estos y estas sean conscientes o no de su condición de clase.
La dirección de Osakidetza lleva muchos años oprimiendo a su plantilla, con todos los elementos a su alcance: temporalidad, precariedad, aumento de cargas de trabajo, bloqueando complementos salariales durante décadas, normalizando el fraude en la contratación, negando el diálogo constructivo con la parte social, etc. A estas alturas prácticamente ningún trabajador de Osakidetza tienen dudas del maltrato sistemático al que los responsables del ente nos someten día tras día, con picos producidos cada vez que algún proceso interno se pone en marcha, ya sean procesos de selección, como de movilidad, formación, etc. Todos los procesos acumulan atrasos importantes.
Pero querría centrarme en esta ocasión en la burocracia opresora que los responsables tecnócratas de Osakidetza han puesto en funcionamiento en verano. El caos generado ha ido más allá y, además de generar un procedimiento que castiga a la plantilla una vez más, ha llegado a impactar en miles de personas que sin ser aún trabajadoras de Osakidetza, ya han sufrido la opresión de la burocracia de la que hablaba Marx, en una especie de bautismo de fuego de lo que les espera si alcanzan su objetivo de trabajar en Osakidetza.
La dirección lleva privatizando la creación y gestión de aplicaciones informáticas décadas, en los últimos años los fallos informáticos han sido la excusa permanente en la mesa sectorial de salud para justificar prácticamente la totalidad de los retrasos en todos los procesos.
Hace años, se implementó la posibilidad de poder realizar los trámites con la identificación electrónica, parecía que los procedimientos irían simplificándose en beneficio de todos, pero este verano hemos visto a una dirección anclada en el siglo XX con herramientas informáticas que, a pesar de sus constantes fallos, son del siglo XXI.
La identificación electrónica es suficiente para realizar la declaración de la renta o cualquier otro trámite importante con la Administración. Pareciese que la digitalización era útil cuando la gente aún no dominaba las diferentes sedes electrónicas, para afianzar ese lado opresor que deriva de la burocracia, pero Osakidetza, una vez familiarizados con estos trámites, ha dado otra vuelta de tuerca.
Alos gestores de Osakidetza no les importa que nos hayamos identificado electrónicamente para realizar la inscripción a la OPE, tampoco que además de identificarnos, hayamos abonado unas tasas a modo de derechos de examen bajo esa identificación, te exigen llevar el DNI fotocopiado a sus registros saturados por la falta de personal en pleno agosto, incluso en los casos en los que ni siquiera las bases del proceso lo establece.
La locura desatada ha sido insoportable, la confusión máxima y el cabreo mayúsculo. La opresión de la clase obrera suele tener esas consecuencias, aunque no siempre, pero en esta ocasión, el hecho de realizar todo esto en agosto, ha sido, para una plantilla exhausta, la gota que colma el vaso.
La ley del mínimo esfuerzo domina el quehacer de una dirección sobrepasada, sin capacidad de tomar medidas que mejoren la gestión de los diferentes procesos de selección y movilidad. Solo se validan esas titulaciones o documentos que son necesarios para el proceso abierto en cada momento, con lo que queda sin verificar más del 80% de la documentación aportada por los opositores, eso obliga a estos a aportar una y otra vez la misma documentación en cada procedimiento ya que no se valida. Hay que recordar que la ley es clara al respecto, y nadie está obligado a presentar ningún documento «que obre en poder de las Administraciones Públicas, las cuales utilizarán medios electrónicos para recabar dicha información siempre que, en el caso de datos de carácter personal, se cuente con el consentimiento de los interesados».
Es de mención cómo, a veces, pareciese que cierta psicopatía rodea estos trámites cuando vemos a compañeros y compañeras encargadas de la recogida de esa documentación trabajando bajo mínimos y sin ninguna ayuda técnica, teniendo que transcribir cientos de veces a bolígrafo cosas que con un simple matasellos aceleraría y ayudaría a bajar la presión de las colas infinitas y el estrés que estas compañeras tienen que sufrir.
En definitiva, Osakidetza, la mayor empresa de Euskadi, se ahoga en la burocracia inherente al capitalismo, es dirigida por personas que asumen con gusto ese papel de opresor, quién sabe si por un sentimiento de repulsa a la clase trabajadora o por una psicopatía. Lo que sí sabemos es que, sea por la razón que sea, la clase obrera de Osakidetza está sufriendo la burocracia opresora que Marx ya vaticinaba en el siglo XIX.