Según la Encuesta Anual de Estructura Salarial publicada hoy por el INE, en Hego Euskal Herria el salario bruto anual de las mujeres en 2016 fue de media 7.700 euros inferior al de los hombres. Por tanto, el salario medio1 de las mujeres asalariadas debería aumentar un 33,7% para equipararse al de los hombres.
No obstante, la oficina estadística de la Unión Europea (Eurostat) calcula esta brecha salarial como la diferencia entre el salario bruto por hora de los hombres y de las mujeres, expresada en porcentaje respecto al salario bruto por hora de los hombres.
Según esta definición, la brecha salarial en Hego Euskal Herria es del 15,2% y la media de la Unión Europea se sitúa en el 16,2%. Por otro lado, también hay diferencias entre Nafarroa y la CAV, con una brecha salarial del 18,7% y el 14,3% respectivamente.
Esta diferencia de sueldos entre hombres y mujeres es una de las expresiones más claras de la discriminación de las mujeres en el mundo laboral, aunque no la única; y la evidencia estadística contribuye a visibilizar y tomar conciencia sobre esta particular forma de violencia económica, tan cotidiana que a veces nos resulta imperceptible, sin olvidar que esta media oculta otras cifras de escándalo en lo referente a mujeres trabajadoras del hogar cuyos sueldos no llegan ni a la diferencia de la media de la brecha salarial que estamos nombrando.
El sistema capitalista heteropatriarcal es quien utiliza y elabora estos dispositivos de discriminación de las mujeres en el mercado laboral en el que entramos ya de manera subsidiaria y sin haber resuelto el reparto de los trabajos de cuidados en el ámbito social; la llamada corresponsabilidad. La brecha salarial es la parte visible y constatable de la multitud de discriminaciones que sufrimos las mujeres en el ámbito laboral y que comienzan ya desde nuestra socialización diferenciada en la infancia, en la que se nos educa en roles diferenciados y vinculados a los cuidados y la responsabilidad sobre el bienestar de las demás personas, preparándonos para una división sexual del trabajo en la que se nos asignan los espacios privados, los trabajos reproductivos y de cuidados… frente al rol productivo y vinculado al espacio público, el poder y las tomas de decisiones asignado a los hombres.
La progresiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo no ha traído aparejada su equiparación en condiciones laborales; y la cronificación de la brecha salarial de género pone de manifiesto el fracaso de las políticas públicas de igualdad. Y esta injusticia salarial no sólo provoca un grave perjuicio en las actuales condiciones de vida de las mujeres y en su independencia económica, sino que también tendrá un gran impacto negativo en la cuantía de las futuras prestaciones sociales por jubilación, o por desempleo.
Las causas de esta discriminación son estructurales, y sirven al sistema capitalista para mantenerse a través del trabajo gratuito o mal pagado de cuidados realizado por mujeres, que se invisibiliza, no se reconoce y no se valora, de tal modo que sin ellos o valorándolos en su justa medida el capitalismo no sería posible.
Entre las causas de la brecha salarial encontramos desde la discriminación directa (salario diferente por igual trabajo, “prohibido” por ley pero encubierto a través de prácticas empresariales de diferentes formas de remuneración), hasta todo el resto de mecanismos que son los que llevan a esta diferencia de salarios entre mujeres y hombres de manera “legal”: el desigual reparto del trabajo reproductivo y no remunerado, ya que las mujeres tienen mayores contratos parciales al dedicar el doble de tiempo a las tareas domésticas y cuidados, las prácticas empresariales que fomentan la segregación horizontal y vertical de la mujer en los procesos de selección y contratación, el desempeño de trabajos diferentes y en sectores distintos entre mujeres y hombres estando peor remunerados los que ocupan mayoritariamente las mujeres; es conocido y demostrable que cuando las mujeres constituyen la mayoría en una determinada ocupación, los salarios en ésta son más bajos y al revés en el caso de los hombres, debido a la infravaloración de los trabajos realizados por mujeres en general.
Además, su itinerario laboral siempre presenta condiciones mucho más precarias. De hecho, actualmente en Hego Euskal Herria el 78% del empleo a tiempo parcial es desempeñado por mujeres; y el empleo a tiempo parcial lógicamente conlleva un salario menor. Además, el salario de un empleo temporal es aproximadamente un 32% inferior al de un trabajo indefinido; y la tasa de temporalidad femenina es del 27,8%, mientras que en el caso de los hombres es el 23%.
Un año más nos encontramos ante la misma constatación: no ha cambiado nada. Las políticas de igualdad no han conseguido cambiar esta realidad. La tan anunciada lucha contra la brecha salarial por parte del PNV, de la patronal, incluso de Emakunde no ha dado ningún fruto. No nos queda más que decir que si se han puesto medidas para atajar esta brecha no son efectivas porque no han dado resultados, o denunciar que las anunciadas medidas nunca se pusieron en marcha. Ha sido una año lleno de declaraciones y titulares, los resultados sin embargo, no los vemos.
Ante esta situación, debemos denunciar que hay un falta clara de voluntad política para acabar con la discriminación de las mujeres en el mercado laboral a la vez que una consciente tendencia a seguir sin reconocer que los cuidados son una responsabilidad social que a toda la sociedad atañen; y que desde la instituciones correspondientes y los partidos que las gobiernan siguen apostando por la mercantilización de éstos a la baja, a costa de la vida de las mujeres, así como con el objetivo de seguir beneficiando a las empresas que gestionan estos cuidados… mediante la subcontratación, la contratación en precario de mujeres, sin respetar ratios, ni medidas de conciliación, ni los más mínimos derechos incluso en el caso de las trabajadoras de hogar…
Todas las declaraciones de los últimos tiempos en cuanto a brecha salarial por parte del PNV y la patronal son mentira. No hay intención de acabar con la brecha salarial, no hay ningún plan para ello ni medidas efectivas para llevar esto a cabo.
Cada servicio recortado, cada jornada parcial impuesta, cada plan de igualdad sin elaborar o sin cumplir, toda falta de medidas de conciliación y corresponsabilidad y obligatoriedad de cumplimiento hacen, día a día, que esta brecha se mantenga, se perpetúe e incluso aumente. Hasta que no veamos cambios reales y no discursivos en este sentido, no habrá medida efectiva que pueda acabar con la brecha salarial.
Mientras se siga considerando que los trabajos realizado por mujeres valen menos o incluso nada, seguiremos a años luz alcanzar ningún tipo de justicia social
Mientras el Gobierno Vasco no quiera o se atreva a obligar a las empresas a acabar con la discriminación, estaremos muy lejos de acortar o acabar con la brecha salarial.
Nos reafirmamos, un año más, en la urgente necesidad de poner en marcha políticas feministas que nos posibiliten transitar hacia un nuevo modelo que sitúe la sostenibilidad de la vida en el centro, reconozca todos los trabajos de cuidados y garantice la dignidad y el valor de las vidas de todas las personas, sin que ninguna persona, pueblo, ni la naturaleza sean explotadas para ello.