En el primer caso, son varias las modalidades de pago, tanto de forma anticipada como en la misma terminal mediante una máquina de autoventa que frecuentemente falla o se queda sin papel permitiendo la operación sin dar el billete. Pero también se permite la compra en el mismo autobús, siendo esta última la que genera los problemas. Gente sin billete se agolpa a la entrada esperando comprarlo allí cuando en ocasiones se llega con todas las plazas vendidas. Tenemos que dar siempre prioridad a las reservas ya realizadas, dando paso después a la venta, completando el autobús. Pero resulta imposible realizarlo, ya que, debido al nerviosismo de quedarse fuera, se bloquea la entrada, se empuja, se insulta y se nos agarra o aparta creándose un caos que, en ocasiones, nos lleva a recurrir a la Ertzaintza para garantizar nuestra seguridad y poder realizar nuestro trabajo.
Recientemente nos hemos dirigido a la Secretaría de Transportes de la Diputación foral de Gipuzkoa exponiendo la problemática existente sin obtener respuesta.
Nuestra petición es que se instale una taquilla de venta de billetes, con personal, al igual que la tiene Bizkaibus, centrando toda la venta en dicha taquilla. Esta línea del aeropuerto mueve cada año a más gente y debería tener una mejor consideración.
En el caso de la línea Donostia-Arrasate el problema es similar, aunque lo es en días y horas puntuales. Se permite tanto la venta anticipada como en el propio autobús, al igual que un urbano, no así en la taquilla de la estación. Como en el caso anterior, la prioridad de la entrada es para las personas con billete sabiendo que habrá gente que se quede fuera.
En la estación de Gasteiz ocurría exactamente el mismo problema en los destinos a Eibar, Arrasate o Donostia y se subsanó no permitiendo la venta en el propio autobús, salvo en las ocasiones en que la taquilla estuviera cerrada, teniendo que portar el billete para acceder a él. Pedimos para la estación de Donostia la misma medida.
Estas situaciones provocan ansiedad y nerviosismo en la conducción del vehículo que después arrastramos a nuestra vida diaria. Las y los conductores no somos responsables de las deficiencias de los servicios y no está en nuestra mano solucionar los problemas.
No aceptamos más silencios por parte de la administración responsable y creemos que las soluciones son sencillas. En caso de volver a ser ignorados, no nos quedaría otro camino que la movilización.