La igualdad entre mujeres y hombres además de una cuestión de justicia social, es también imprescindible para la activación económica.
En base a la última Encuesta de Estructura Salarial en la CAV el salario medio anual en 2010 fue de 26.593,70 euros brutos, es decir, antes de practicar las deducciones por cotizaciones a la Seguridad Social a cargo del trabajador y las retenciones por IRPF. Sin embargo, las mujeres cobraron de media un 23,6% menos que los hombres.
Y en Nafarroa el salario bruto anual fue de 23.824,88 euros de media, pero las mujeres cobraron un 26,1% menos que los hombres en este territorio.
Por tanto, el salario medio en el conjunto de Hego Euskal Herria (ponderado en función de la proporción de hombres y mujeres asalariadas en cada ámbito autonómico) fue de 25.818 euros brutos anuales. En cuanto a las diferencias de género cabe destacar que el salario bruto anual de las mujeres fue 7.014 euros inferior al de los hombres, lo que representa un 24,1% menos que sus compañeros en promedio anual.
Esta discriminación salarial supone una grave vulneración del principio de igualdad que provoca evidentes perjuicios en las condiciones de vida de las mujeres; y además incide negativamente en la cuantía de las prestaciones sociales derivadas del empleo y el salario, como son las prestaciones por desempleo y las pensiones de jubilación.
No obstante, la brecha salarial entre hombres y mujeres quedaría matizada si se tienen en cuenta las distintas variables laborales (jornada, ocupación, complementos,…) que inciden en el salario. En concreto, la jornada es un factor que determina en gran medida el nivel salarial y acentúa la diferencia de ingresos entre mujeres y hombres. Por eso si queremos comparar los salarios considerados como el “precio de la mano de obra” la variable que debemos analizar será la ganancia por hora de trabajo.
Según los resultados del INE, las diferencias retributivas entre mujeres y hombres se reducen si consideramos el salario medio por hora trabajada. Así, comprobamos que en la CAV las mujeres ganan de media un 15,4% menos que los hombres por cada hora de trabajo. Mientras que en Nafarroa el salario por hora de las mujeres es un 20,3% inferior al de los hombres.
En todo caso, la segregación ejercida contra la mujeres en las relaciones laborales tiene múltiples vertientes que también se manifiestan en el tipo de contrato, la jornada o el puesto de trabajo. De hecho, el 83% de los empleos a tiempo parcial son desempeñados por mujeres; y la tasa de temporalidad alcanza hoy al 15,3% de los hombres asalariados, mientras que en el caso de las mujeres se eleva al 24,5%. Las mujeres, en general, son las destinatarias preferentes de las ocupaciones menos valoradas y los trabajos más precarios y peor pagados.
La igualdad entre mujeres y hombres además de una cuestión de justicia social, es también imprescindible para la activación económica. Invertir en políticas de igualdad entre mujeres y hombres tiene un efecto directo en disminuir las tasas de desempleo de las mujeres, en aumentar las aportaciones que hacen al PIB, en la recaudación fiscal y en los índices de natalidad.
Por lo tanto, es urgente tomar medidas contra la discriminación laboral y salarial de las mujeres, tanto en lo respectivo a la incorporación al mercado laboral, como a la discriminación dentro de las empresas (planes de igualdad de oportunidades y planes contra el acoso sexual en el trabajo). También en necesario tomar medidas para terminar con la precariedad y el mercado laboral sumergido y medidas que promuevan una verdadera conciliación de la vida laboral y personal.
Cualquier plan o política de empleo que se pretenda llevar adelante necesita, obligatoriamente, contar entre sus objetivos poner fin a estas prácticas empresariales discriminatorias y garantizar la igualdad efectiva entre hombres y mujeres. Para ello es necesario tener en cuenta una visión integral del trabajo, tanto productivo como reproductivo, y contemplar medidas que lleven a mejorar de forma efectiva las condiciones de vida y de trabajo de las mujeres. Y, por supuesto, tener las capacidades y competencias plenas para llevarlas a cabo.
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