Hoy, 25 de Noviembre, Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres, el sindicato LAB ha salido a la calle para denunciar la violencia machista y las políticas que se aplican hoy día contra las mujeres. Contratos a tiempo parcial que no garantizan un sueldo digno para poder sobrevivir, recortes constantes de prestaciones y servicios sociales. Un sistema diseñado para y contra las mujeres y que LAB lucha por erradicar trabajando a favor de un un nuevo modelo económico, político y social basado en la igualdad entre hombres y mujeres y que respete los derechos de las personas trabajadoras.
«Tanto los estados español y francés, como los gobiernos de Gasteiz y de Iruñea, han optado por empobrecer nuestro país, empobrecer a la ciudadanía es su clara apuesta política. Utilizando la crisis como excusa, todas las medidas, reformas, así como los recortes impuestos han ido en la misma dirección: que quienes más tienen sigan teniendo aún más, y que quienes menos tienen, tengan todavía menos
Que la mayoría de la ciudadanía vasca es cada vez más pobre, es algo que ya nadie pone en duda. Aunque los datos y estadísticas que prueban este proceso de empobrecimiento, en la mayoría de las ocasiones ocultan las diferencias por razón de género, nuevamente las más perjudicadas en este proceso somos las mujeres.
La participación de las mujeres en el mercado laboral siempre ha sido de segundo nivel, se nos ha dirigido a los sectores y empleos de menor reconocimiento social y mayor precariedad laboral, dado que nuestro trabajo ha sido considerado siempre complementario al trabajo realizado por los hombres.
Hoy en día la situación se ha endurecido todavía más; las tasas de eventualidad son cada vez mayores, la de las mujeres es del 23,8% y la de los hombres, en cambio, del 17,7%. Ante la apuesta realizada por la patronal para aumentar las contrataciones a tiempo parcial, no podemos olvidar que el 94,69% de las personas que trabajan con este tipo de jornada son mujeres. Según los últimos datos del INE, cobramos un 36,2% menos que los hombres, y la diferencia salarial entre hombres y mujeres, en lugar de corregirse, es cada vez mayor. Estas diferencias, además, repercuten directamente en nuestras futuras prestaciones (desempleo, incapacidades, pensiones de jubilación…).
Entre tanto, las instituciones, en vez de ir al fondo del problema y tomar decisiones valientes y eficaces, han puesto en tela de juicio el, ya de por sí débil e insuficiente, sistema social de protección y las prestaciones. Esto nos ha supuesto un doble golpe a las mujeres: por una parte, las mujeres somos en mayor medida las receptoras de dichas prestaciones (un dato significativo, el 88,6% de las familias monoparentales tienen una mujer como cabeza de familia, y de ellas, el 40% tienen como cabeza de familia una mujer en paro) y por otra parte, dejan a cargo de las mujeres necesidades que dichas instituciones debieran cubrir, por ejemplo, las labores de cuidado.
La pobreza también es violencia. Quieren condenarnos a las mujeres a la pobreza, convertirnos en personas dependientes y subordinadas. Las mujeres necesitamos ser económicamente independientes, para poder desarrollar en libertad nuestros proyectos de vida. Para ello, debemos cambiar el actual modelo de relaciones laborales, necesitamos tener un nuevo modelo que supere la división laboral por razón de sexo, y que esté basado en la igualdad entre hombres y mujeres. Un nuevo modelo de relaciones laborales que tenga como objetivo el reparto del trabajo y de la riqueza, un modelo que haga frente al desempleo, la precariedad y las situaciones de pobreza, y respete los derechos de las personas trabajadoras.