El gobierno del PNV entrego la mañana de ayer en el Parlamento el Proyecto de Ley de Presupuestos para el próximo año; pero en realidad se trata de unos presupuestos carentes de novedades con respecto a las cuentas de 2015, a excepción del incremento del gasto originado por el pago de la deuda pública que aumentará en 181 millones de euros, es decir, un 25,4%.
En este sentido, cabe destacar el vergonzoso contraste que ofrece el enorme esfuerzo presupuestario dedicado a cumplir con las exigencias de la deuda y del capital financiero, frente al evidente desinterés por revertir los recortes sociales aplicados tanto en la actual legislatura, como en la del PSE.
De hecho, la suma de las partidas destinadas en 2016 a gastos sociales apenas aumenta un 1,3%. Además, una parte importante de este insignificante aumento será absorbida por la también exigua subida salarial correspondiente al personal encargado de prestar estas políticas de carácter social.
Por tanto, el gobierno del PNV demuestra de manera indisimulada que sus prioridades se centran en la devolución de la deuda y en el cumplimiento del límite de déficit establecido por el gobierno del PP, que está fijado en el 0,3% del PIB y es el mismo para todas las comunidades autónomas.
De esta forma, se desvanece el mito del Concierto Económico como mecanismo bilateral para coordinar con el gobierno central los objetivos y las políticas en materia de estabilidad presupuestaria.
Aún así, en los próximos días, probablemente, asistiremos a un insistente redoble de las demandas al gobierno de Urkullu para que rebase el límite de gasto e incumpla el objetivo de déficit. Ahora bien, es importante ser conscientes de que el Estado dispone de los instrumentos necesarios para aplicar medidas coercitivas y obligar a cumplir por la fuerza la reglas de disciplina fiscal, incluida la intervención de la autonomía al amparo del artículo 155 de la Constitución.
En definitiva, el incumplimiento del límite de déficit únicamente tendría cabida en el marco de una estrategia de desobediencia y desconexión con el Estado español, para así poder decidir nuestras políticas económicas y sociales, sin injerencias externas. Un objetivo un tanto lejano, si tenemos en cuenta que el PNV ha optado por continuar dando vueltas en círculo, haciendo girar la noria del autonomismo.