Según los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), en Hego Euskal Herria hay 25.700 personas empleadas más que en el segundo trimestre de 2021. Sin embargo, contamos también con 3.000 personas paradas más que en el mismo periodo, algo motivado por el aumento de los y las trabajadoras que buscan empleo de forma activa, acumulando una tasa de paro del 10,70% en Nafarroa y del 9,91% en la Comunidad Autónoma Vasca.
Si se analizan los datos por edades, se observa un descenso de la ocupación de las y los trabajadores mayores de 35 años, en beneficio de las y los más jóvenes, y se repite el mismo fenómeno en los datos del paro, con un descenso del número de personas desempleadas entre los y las menores de 25 años respecto al trimestre anterior, así como con respecto al año pasado del mismo periodo. En cualquier caso, la tasa de paro de menores de 25 años sigue siendo significativamente superior a la media, con tasas de 16,30% en Nafarroa y 27,72% en la CAV.
Estos datos nos llevan a dos reflexiones. Por un lado, la creciente dificultad para encontrar un empleo a medida que aumenta la edad. Además, el paro de larga duración ha crecido de forma espectacular en el último año y los datos actuales sitúan a más del 45% de las y los parados en esta situación.
Por otro lado, debemos reflexionar sobre la calidad del empleo que se está creando y recordar que la brecha salarial por edad está aumentando en los últimos años: los últimos datos indican que los salarios de las personas menores de 35 años son un 20% inferiores a la media.
Todo apunta a que el empleo que se está creando es precario, lo que se traduce en una extensión de la pobreza. De hecho, es importante subrayar que el paro y la exclusión del mercado del empleo no son el único origen de la pobreza. De hecho, la participación laboral por sí misma no es una garantía para evitar caer en esta angustiosa situación. Ciertamente, el impacto de la pobreza real afecta al 43% de los hogares con todas las personas adultas en desempleo. Pero también es muy significativa la existencia de hogares que no están al margen del mercado laboral y, sin embargo, tampoco reciben un salario suficiente y digno que les permita cubrir sus necesidades básicas.
En concreto, la distribución de los hogares afectados por situaciones de pobreza real arroja los siguientes resultados, en función de su relación con la actividad laboral:
• En el 28,3% de los hogares pobres hay alguna persona ocupada pero no todas y todos los miembros de la unidad convivencial tienen una ocupación estable.
• Y otro 14% de los casos son hogares en los que todas las personas adultas desarrollan una actividad laboral y además tienen una ocupación estable.
En definitiva, en cuatro de cada diez hogares afectados por la pobreza real hay alguna persona adulta ocupada y desarrollando algún tipo de actividad en el sistema productivo. Pero la precarización del empleo y el deterioro de las condiciones laborales han debilitado el carácter integrador del trabajo hasta convertirlo en ocasiones en un factor de exclusión.
Asimismo, comprobamos que ni el crecimiento económico ni la creación de empleo son suficientes para erradicar la pobreza o lograr reducirla de forma importante. En la actualidad, las políticas de empleo se encauzan hacia cualquier tipo de empleo, independientemente de las condiciones de trabajo. Y ello, como ha ocurrido en la última década, nos puede llevar a mayores niveles de pobreza y exclusión social si no forzamos cambios estructurales. Para ello es imprescindible derogar la reforma laboral, pero no suficiente. Si queremos dignificar las condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora de Euskal Herria es necesario dar pasos en la construcción del Marco Vasco de Relaciones Laborales y Protección Social, suscitando el debate, haciendo propuestas e impulsando movilizaciones. En esa labor está trabajando LAB.