Nos hemos concentrado en Bilbo frente a Inspección de Trabajo, bajo el lema «SOS en las residencias de mayores», para advertir de la grave situación que se vive en las residencias de mayores. Señalamos a los titulares públicos como responsables de esta situación. Son muchos años los que llevamos reclamando que la verdadera solución está en ofrecer un servicio público, gratuito, universal y suficiente que ponga en el centro el cuidado de los residentes y de las trabajadoras que llevan a cabo esta tarea tan esencial, y se aleje del negocio en el que pretenden convertir las vidas de las personas dependientes.
En 2016 el sindicato LAB comenzó una recogida de firmas poniendo la atención en la necesidad de renovar las ratios de personal en los servicios sociales. Estuvimos en el Parlamento de Gasteiz defendiendo que unos servicios de calidad pasaban obligatoriamente por aumentar el número de trabajadoras y trabajadores que los ofrecen.
A pesar de todo, en julio de 2019, 21 años después del anterior, el Gobierno Vasco aprobó el nuevo decreto de ratios, que resulta absolutamente insuficiente. Pero esta situación se ha vuelto más dura durante estos meses y continúa devastando la salud de las trabajadoras de las residencias.
La existencia y propagación del covid-19 ha supuesto un aumento inasumible de la carga de trabajo, pero no ha incrementado el personal en las residencias. Falta mucho personal y quienes trabajan lo hacen bajo unas condiciones físicas y psicológicas insoportables. Actualmente en las residencias se trabaja igual que en una cadena de producción (de cuidados), sin descanso.
Pero, ¿a quien podría beneficiar esta situación? La respuesta es dolorosa, y define de manera trasparente el sistema que nos aplasta, que es capitalista y patriarcal.
Capitalista, porque a pesar de tratarse de un servicio social que debería tener las características de universal, gratuito y público, se gestiona mediante empresas privadas que buscan los beneficios económicos que se general de la necesidad ajena. Patriarcal, porque se nutre de la vida de miles de trabajadoras, que son consideradas cuidadoras por naturaleza. Este rol asignado evita que se considere como esencial la tarea que desarrollan y precariza las condiciones laborales que se les ofrecen.