El inicio del año ha coincidido con el agravamiento de la crisis sanitaria y el impacto de la tercera ola, lo que se ha traducido en nuevas restricciones y más destrucción de empleo.
Según los Servicios Públicos de Empleo, el paro registrado en Hego Euskal Herria durante el mes de enero aumentó en 2.578 personas, la mayoría de ellas mujeres. Sin embargo, estos datos no reflejan fielmente la magnitud del destrozo laboral acaecido tras las Navidades.
De hecho, el balance mensual de la Seguridad Social revela la pérdida de 10.925 puestos de trabajo en un solo mes. Al menos ésta es la conclusión que se extrae de la evolución del número de personas afiliadas al sistema.
Por otro lado, en términos interanuales el paro registrado suma 20.934 personas más que hace un año (cifra similar a la caída de afiliación).
Además, la destrucción de empleo está castigando con más intensidad a la juventud, dado que se trata de un colectivo especialmente expuesto a relaciones laborales de carácter temporal y muy precarias. En concreto, el número jóvenes en paro se ha disparado un 37%.
El descontrol de los contagios está retrasando la recuperación y pone en jaque la posibilidad de una salida temprana de la crisis. Además, a medida que la situación de emergencia se alarga aumenta el riesgo de que la resignación se convierta en indiferencia e insolidaridad.
La mejor forma de evitar que esta peligrosa tendencia se extienda y termine siendo dominante es reforzando los sistemas de protección social frente al aumento del paro y las desigualdades. No es el momento de reducir los esfuerzos en la lucha contra la pobreza.
El fortalecimiento del pilar social es una parte fundamental e imprescindible de la solución; sin embargo, resultará insuficiente ante el progresivo deterioro de la situación financiera que atraviesa un número de empresas cada vez más considerable.
El alargamiento de la crisis amenaza con convertir los crecientes problemas de liquidez en insolvencia definitiva, sobre todo para las empresas más afectadas por la crisis y con menor “músculo financiero”.
En este sentido conviene recordar que más del 80% del empleo se concentra en microempresas y PYMEs. Y somos conscientes de que una mayor destrucción de tejido productivo inmediatamente daría lugar a una avalancha de despidos.