Atendiendo a la situación profesional, la pérdida de empleo ha afectado con mayor intensidad entre la población ocupada por cuenta propia (-5.200) y entre la población asalariada en el sector privado (-5.500), y la pequeña mejoría experimentada por otros colectivos no ha sido suficiente para compensar dichas pérdidas.
Además, la mala evolución del empleo se ha ensañado especialmente con las mujeres, ya que, en términos netos, la ocupación femenina ha disminuido un 2,6% en tres meses, lo que significa que, en comparación con el trimestre anterior, hay 15.400 mujeres menos con un trabajo remunerado.
Tan sólo la fuerte disminución de la población activa ha permitido disfrazar la pésima trayectoria que ha tomado el mercado laboral. Efectivamente, la bajada de la tasa de paro se debe únicamente al elevado número de personas que han abandonado la búsqueda activa de empleo, enmascarando así la caída de la ocupación.
En cuanto a la tasa de temporalidad entre la población asalariada, actualmente afecta a una de cada cuatro personas que trabajan por cuenta ajena, aunque, en el caso de las mujeres, es más elevada y asciende al 27,4%.
Ciertamente, según la EPA, a lo largo del último año la población asalariada ha aumentado en 26.600 personas. Pero siete de cada diez de esos nuevos empleos asalariados son de carácter temporal.
La precariedad, y su utilización cada vez más intensa y abusiva, se ha convertido en una estrategia empresarial para abaratar los costes laborales y disfrutar de mayor flexibilidad interna para ajustar la plantilla. Así se explica que hoy en Hego Euskal Herria haya más de 385.000 personas atrapadas entre el paro y el empleo precario, es decir, obligadas a encadenar contratos temporales e inestables intercalados con periodos de paro. O todavía peor, asumir que su situación de desempleo se ha cronificado.