Las y los trabajadores de LAB de educación especial queremos dar un salto más allá de las movilicaciones en la calle. En este sector de la enseñanza tenemos la firme intención de hacer un seguimiento tanto de la situación de las escuelas, como de la realidad que día a día viven las y los trabajadores. Nuestro objetivo es, entre todas y todos, alejarnos lo máximo posible de las situaciones de precariedad y avanzar en el camino de la inclusividad. Sabemos de sobra que no será un camino fácil, pero creemos firmemente que con el trabajo y las aportaciones de todas y todos, el camino se allanará, y no estamos dispuestas a perder la ilusión.
Para llevar a cabo esta iniciativa teniamos muy claro que el contacto directo con las personas trabajadoras era imprescindible desde el principio. Y fue allí donde fijamos el punto de partida. Para ello, visitamos nuestra afilicación, nos reunimos en asambleas, preparamos un cuestionario y se lo mandamos a todas y todos. Una vez recogidos los resultados (recibimos 120 cuestionarios), y realizada una primera valoración, estamos en condiciones de empezar a trabajar con la afiliación.
Hoy, 16 de junio, en la sede de LAB en Bilbo, hemos realizado la primera jornada con las y los afiliados de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa.
Después de recoger algunos de los resultados obtenidos de los cuestionarios, podemos afirmar, una vez más, la existencia de condiciones precarias entre las personas trabajadoras en educación especial. Los siguientes resultados obtenidos de los cuestionarios son señal de ello:
1. Alumnado por encima de los ratios. Todavía hoy en día un 23,6% de la plantilla trabaja con más de 5 o más alumnas y alumnos. Siguiéndoles muy de cerca, un 6,4% trabajan con 4, y un 29,1% con 3.
2. Horas de atención directa. La mayoría de las y los trabajadores, pasan a diario una gran parte de su tiempo con sus alumnas y alumnos, en el patio, comedor o en el aula, lo que supone una atención directa sin descanso, con lo que ello conlleva para la personas trabajadoras.
3. Falta de coordinación. Tutores y tutoras, especialistas, pedagogas y pedagogos especialistas, con las de Berritzegune… dificultades para coordinarse o quedarse sin opción para ello.
4. Falta de inclusividad. Muchas de las personas trabajadoras no se sienten parte de la escuela. De alguna manera, sienten que su opinión no se tiene en cuenta a la hora de decidir los criterios que se aplicarán en cuanto a la relación y el trabajo con las y los alumnos; ni en general, a la hora de decidir el funcionamiento general de la escuela.
No se nos puede olvidar que mientras trabajemos con niñas y niños con necesidades especiales, nuestro objetivo debe ser ofrecer una atención de calidad.
El reto es cambiar de raíz esta situación de precariedad, garantizando que la atención al alumnado sea la mejor posible. Esperamos que esta primera jornada sea el comienzo hacia una nueva escuela inclusiva. ¡Entre todas y todos lo conseguiremos!