Ipar Hegoa, fundación de estudios sindicales de LAB, ha presentado un nuevo número de la serie «Ikusmiran», publicación que realiza un análisis de la situación. En esta ocasión, el informe coincide con el segundo aniversario del establecimiento del confinamiento y viene bajo el título «La sanidad en Hego Euskal Herria. Urge una transformación». En concreto, recoge datos sobre la preocupante evolución del sistema sanitario en los últimos años. Igor Arroyo y Oihana Lopetegi, secretario general adjunto y responsable de análisis del sindicato, respectivamente, han dado cuenta de nuestra lectura, acompañados por María Ureta y Ana Tere Álvarez, representantes de LAB en Osakidetza.
En palabras de Igor Arroyo, «la pandemia del COVID-19 ha sido un fenómeno internacional. Sin embargo, la forma en la que se ha gestionado ha diferido de uno a otro territorio. La pandemia ha sido una especie de test de estrés para el sistema público de salud. Y las deficiencias que veníamos denunciando durante la última década han quedado al descubierto. Los Gobiernos de la CAV y Navarra han tropezado no una, sino tres veces en la misma piedra».
El primer tropezón tiene que ver con las políticas de salud implantadas durante las últimas décadas. Desde la contrareforma sanitaria puesta en práctica y liderada por Azkuna y Cervera a finales de los noventa, la pérdida de capacidad asistencial y el desmantelamiento ha sido continuo en los centros de salud de Osasunbidea y Osakidetza. Tal y como muestran los datos recogidos en «Ikusmiran», CAV y Navarra están por debajo de la media europea respecto a la inversión en sanidad, al número de personal sanitario y especialmente de enfermería, así como al número de camas disponibles. «Así pues, la pandemia dejó a la vista las vergüenzas de un sistema de salud debilitado por las políticas de recortes, desmantelamiento y privatización, especialmente en atención primaria. La profesionalidad y entrega del personal no ha podido evitar el colapso de un sistema de salud público minado por las políticas de PNV, UPN y PSOE», ha explicado el secretario general adjunto.
El segundo tropezón se refiere a las políticas implantadas una vez que se inicia la pandemia. En lo referente al ámbito de la sanidad, el aumento coyuntural de personal no ha sido suficiente para tapar los agujeros que han aparecido tanto en atención primaria como en los hospitales. Las consignas de los responsables sanitarios han variado con demasiada frecuencia, generando miedo y desconfianza. Se ha responsablizado a la población de la evolución de la pandemia, para ocultar las deficiencias de la gestión institucional. Aspectos como la prevención de la salud física y mental de la población han quedado descuidados. Y ante todo, según Igor Arroyo, «se ha evitado tomar la medida que debía adoptarse desde el primer momento: la intervención pública de la totalidad de los recursos sanitarios privados para hacer frente a un momento excepcional. Clínicas y farmacéuticas privadas han hecho su agosto a costa de los padecimientos de la población».
Ahora estamos ante el tercer suspenso: la desinversión y desactivación de las medidas coyunturales de refuerzo del sistema sanitario, así como la acumulación de las deficiencias previas con las consecuencias de dos años de pandemia: «Resulta exasperante que los responsables públicos no hayan tomado nota de lo sucedido en estos dos años. Que hagan oídos sordos a los sindicatos, que unánimemente piden medidas estructurales y una mayor inversión en el sistema de salud público y especialmente en atención primaria».
Por ello, Igor Arroyo ha exigido que las Consejerías de Sanidad en particular y los Gobierno de Urkullu y Chivite en general asuman responsabilidades políticas ante la ciudadanía y que se atiendan las reivindicaciones sindicales.