2024-11-17
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«Es nuestra responsabilidad y opción política trabajar firmemente para desarmar el antirracismo en los centros de trabajo, en las normativas laborales y en la administración pública»

Ya está aquí el X Congreso Nacional del sindicato LAB. Tendrá lugar en Baiona-Miarritze los días 16 y 17 de junio y, en ella, ratificaremos y desarrollaremos los principales acuerdos adoptados en el anterior congreso.

En este sentido, el congreso aportará novedades en el desarrollo de las principales decisiones, algunas de las cuales están directamente relacionadas con las y los trabajadores golpeados por la precarización que se está extendiendo a todos los ámbitos de la vida. Entre ellos se encuentran las y los trabajadores migrantes y racializados.

LAB quiere ser una herramienta eficaz en la lucha en defensa de las condiciones de trabajo y de vida de todas y todos los trabajadores y, para ello, entre las nuevas apuestas, decidiremos transformarnos en un sindicato antirracista, entendiendo que ser antirracista es algo más que no ser racista y reconociendo que tenemos una deuda con estas y estos trabajadores, una deuda colonial.

De esto y otras cuestiones hemos hablado con Josefina Roco «Txefi», miembro de Acción Social:

Josefina Roco «Txefi».

-¿De dónde viene la necesidad de transformarse en un sindicato antirracista?

LAB es una herramienta de contrapoder para el conjunto de la clase trabajadora y popular en Euskal Herria. Trabajamos por la defensa de derechos de las personas trabajadoras, facilitando condiciones para su organización colectiva y para la lucha desde la defensa de la soberanía del pueblo vasco contra las causas de desigualdad y violencia de este sistema capitalista, clasista, machista, colonial y biocida.

Las transformaciones en las formas y relaciones de producción, acumulación y explotación han puesto en escena nuevos modos de empleo y precarización que se extienden en la clase trabajadora, convirtiéndola cada vez más en un sujeto múltiple, dinámico y diverso. Como sindicato, llegar a las nuevas realidades laborales y vitales es todo un reto. Para ello, necesitamos reflexionar y tomar desiciones que se materialicen en nuestra estructura y praxis sindical.

Se trata de un proceso doble. Mientras se resignifica la clase trabajadora, nos vamos reinventando como organización. Hace un lustro que, bajo el proceso de Birpentsatzen, iniciamos un proceso para renovar nuestra acción sociosindical, situando el conflicto capital-vida en el centro y atendiendo a la realidad múltiple y diversa del conjunto de la clase trabajadora.

-Entonces, ¿se trata de una decisión que responde a la actual realidad?

No podemos quedarnos al margen. El contexto exige estar a la altura. Las anteriores formas de lucha y organización siguen teniendo su potencia, pero requieren adaptarse a las realidades y condiciones concretas que no podemos ni desoir ni invisibilizar. Eso es ser una herramienta para todas y todos los trabajadores.

Construirnos como sindicato antirracista es parte de este proceso. Las trabajadoras migradas y racializadas en Euskal Herria representan un colectivo amplio, heterogéneo, atravesado por diferentes y cambiantes situaciones. Las condiciones de partida, la situación de extranjería, la imposibilidad o limitación de negociar, la desprotección social e institucional, el racismo estructural y las violencias transistémicas operan de manera concreta sobre las vidas y cuerpos de estas y estos compañeros.

Como sindicato, hasta ahora no habíamos hecho ninguna lectura ni ningún trabajo específico para combatir las particularidades de estas y estos trabajadores migrantesy racializados. Creemos que abordarlas desde su especificidad es importante para poder ser un instrumento útil también para ellas y ellos. No somos todas las personas iguales, ni queremos serlo, pero tampoco podemos igualar a todas, porque las condiciones de partida no son iguales y muchas veces esas diversidades se convierten en asimetrías en este mundo y en este sistema.

-¿Qué pasos habéis dado en esa dirección?

Avanzar en una praxis sindical antirracista es caminar juntas y juntos hacia una apuesta que combina diferentes dimensiones. Es hacer un trabajo colectivo que va más allá de las y los trabajadores migrantes y racializados en concreto. Un trabajo que nos involucra a todas y todos, porque el racismo no es un problema solo de las personas que migran. El racismo está en todas partes. Se cuela sin que seamos conscientes de ello. Como sindicato que quiere trabajar desde el antirracismo, es nuestra responsabilidad y opción política tomar posición activa frente a él, denunciarlo y trabajar firmemente para desarmar el antirracismo en los centros de trabajo, en las normativas laborales y en la administración pública.

Cuando tomamos la desición de iniciar este proceso, hablábamos de mejorar las condiciones de empleo y de hacer un trabajo con las y los trabajadores migrantes para conocer de primera mano sus situaciones y sus expectativas respecto a LAB. No imaginábamos lo que venía. Hoy estamos poniendo sobre la mesa la necesidad de construir una secretaria antirracista. Este salto es parte de haber visto que la cosa tenía que ir mucho más allá.

-Ha sido trabajo de muchos meses, ¿no?

Durante varios meses realizamos un proceso interno multidimensional. Realizamos talleres participativos con trabajadores y trabajadoras migrantes y racializados en diferentes territorios; formaciones con las y los liberados del sindicato de diferentes sectores, eskualdes y responsabilidades; reuniones de contraste con organizaciones y colectivos de personas migrantes en Euskal Herria. En suma, fueron 7 meses de trabajo, en los que participaron más de 140 personas trabajadoras migrantes y racializadas, unas 40 personas liberadas del sindicato y cerca de 20 colectivos sociales. De allí sale esta decisión, no porque no seamos racistas, sino porque hemos visto que hay mucho por hacer hacia una acción sindical y un sindicato antirracista.

-En este proceso, ¿qué descubrimiento destacarías?

Estamos viendo cómo las y los trabajadores migrantes y racializados están dotando a nuestra organización de nuevos registros y formas de organización colectiva. Se trata de personas con historias de lucha, con saberes y potencias que no siempre se ponen en valor. Y nos están enseñando un montón de cosas sobre lucha y organización. Este es el caso, por ejemplo, de las trabajadoras de hogar en Bizkaia o de los trabajadores del campo en Nafarroa. En la lucha nos han hecho ver su enorme capacidad como sujetos y sujetas que hacen que nuestro sindicato sea mejor y se enriquezca desde esas diversidades.

-¿Qué pasos vais a dar en adelante?

Hay mucho camino por delante. Los pasos serán lentos y sabemos que costarán, porque se mueven muchas cosas y está bien que así sea. Tenemos barreras y resistencias de todo tipo. El trabajo es entre todas y todos, cada una consigo misma, con las otras y otros, implica revisar y modificar prácticas, pensamientos, lenguajes, códigos.

Como ocurrió con la Secretaría Feminista, la creación de la secretaria antirracista no implica una solución ni mágica ni inmediata. Es una dirección que queremos dar, un horizonte sobre el que se inicia un trabajo. Habrá que explorar, respirar, tener paciencia, saber ir leyendo y tener altura para reconducir y reconocer metidas de pata cuando sea necesario. Sabemos que tenemos mucho que aprender y que desaprender.

Algunas de las necesidades que hemos identificado hasta aquí van en la línea de trabajar de manera conectada: la formación y la sensibilización, bien en temas de extranjería y convenios específicos sectoriales como en términos de privilegios, miedos y prejuicios. La salud laboral de personas migradas, la organización colectiva de estas y estos compañeros, la acción sindical antirracista, la asesoría juridica…  Estas son algunas pistas, que se podrán ir modificando y definiendo mejor poco a poco, diseñando bien los cómos, los con quién y en qué momento y con qué intensidad los abordaremos.

Algo tenemos claro. Tiene que ser un proceso integral que articule las diferentes federaciones, secretarías y áreas y que nos involucre a todas y a todos.

-La precariedad golpea directamente a las y los trabajadores migrantes y racializados. ¿Cómo se puede responder a esta situación?

La precarización y el empobrecimiento nos atraviesa a todas las personas. Son estrategias que aplica el poder y el capital para seguir fortaleciéndose. Esto influye en las diversas personas de muchos modos: fragmenta, aísla, desmoviliza, introduce miedo, endeuda; combina mecanismos de control social con dependencia económica y pérdida de soberanías. Nadie está exenta de todo esto. Es díficil luchar contra este monstruo.

Las personas migrantes y racializadas, además, cruzan estas situaciones con otras opresiones como la raza, la clase social, la situación administrativa, la falta de red social, la desinformación en cuanto a derechos. El capital se aprovecha de esto, explotándoles más y poniéndoles en el punto de mira como culpables de todos los males.

Como sindicato de clase, soberanista, feminista e internacionalista, tenemos que ser capaces de construir un contrarelato y unas prácticas de solidaridad entre las y los trabajadores. No podemos equivocarnos de enemigo, ni desperdiciar energías en tonterías. La que está cayendo, y seguirá cayendo, es muy fuerte. Tenemos que ser conscientes de la potencia y de la inteligencia colectiva que podemos desplegar en tanto clase trabajadora, sujeta múltiple y diversa en Euskal Herria.

-Estamos continuamente denunciando el drama que se está produciendo en la muga entre Hego e Ipar Euskal Herria. ¿Cuáles son nuestras reivindicaciones al respecto?

Las fronteras impuestas por el capital y los estados imperialistas son una construcción sobradamente conocida en Euskal Herria; especialmente, la de Irun y Hendaia, que es tan importante para las y los vascos porque divide nuestro país en dos estados.

Se trata de una frontera militarizada, racista y vulneradora de derechos fundamentales. Esta frontera de la muerte, así llamada por varios colectivos antirracistas que trabajan por los derechos de las personas migrantes y racializadas, pone en evidencia la hipocresía de los estados español y francés, y la necesidad de supervivencia de miles de personas migrantes en tránsito que solo buscan oportunidades para unas vidas en mejores condiciones.

No miramos la falta de estructura habitacional, de albergues, de espacios de acogida, de vivienda, de empadronamiento. No se proporcionan mecanismos de empleo, de formación, para que estas personas, la mayoria muy joven, pueda hacer su vida en Euskal Herria. Tampoco solemos detenernos a mirar cuales son las causas por las que salen de sus pueblos y territorios, vinculado al extractivismo, al expolio, al saqueo y al modelo de desarrollo que desde Occidente hemos contribuido a producir. No pensamos en lo que puede ser ese viaje que parece interminable, ni lo que han tenido que pasar hasta llegar a Irun, por ejemplo.

Con LAB apostamos porque Euskal Herria sea un pueblo de acogida. Y eso implica derechos, oportunidades, reconocimiento y empatía; desde la cercanía, desde el ser vecinas y vecinos y hacer vida aqui juntas y juntos.

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