El TTIP forma parte del proyecto global por desregularizar los mercados, en este caso europeos y norteamericanos, con la ambición de imponerse al resto del mundo. En consecuencia, su puesta en práctica anuncia nuevos ataques contra los derechos y el bienestar de los y las trabajadoras:
Va a acelerar la pérdida de los derechos laborales. Se trata de un Tratado que se pretende aplicar en un espacio económico donde conviven diferentes sistema jurídicos laborales, con distintos niveles de exigencia y protección. Por un lado EEUU, con unos niveles bajos de reconomiento de derechos laborales y, una UE donde los derechos van menguando a través de la proliferación de reformas laborales por todo el continente. La experiencia muestra que si se deja a las empresas total libertad para tomar sus decisiones se producen dos fenómenos: “dumping” social y competitividad legislativa a la baja.
Desde la UE, se está promoviendo el “dumping social” y la competencia. En nombre de la competitivdad, la eliminación de barreras que propugna el TTIP implica abrir aún más las puertas para que las empresas puedan seguir utilizando esta estrategia de reducción de costes laborales (en términos de salarios, pensiones, prestaciones sociales, aspectos medio ambientales y alimentacion sana y segura). En Euskal Herria lo estamos sufriendo una y otra vez. Recordemos CANDY, Faurecia, ECN Cable Group, Tubacex, Arcelor… con la amenaza de la deslocalizacón a la búsqueda de legislaciones laborales más laxas.
El TTIP no va a traer empleo de calidad porque es la continuación de las políticas neoliberales de las últimas décadas. Quienes defienden el Tratado utilizan el argumento de la creación de empleo como señuelo. Según la Comisaria de Comercio de la UE, Cecilia Malmstrom, gracias al TTIP se crearán 330.000 puestos de trabajo en el Estado español. La Consejera Arantza Tapia, dice entre otras cosas, que debemos dar un voto de confianza a la negociación del TTIP, porque defenderán los intereses de la ciudadanía por encima de “lobbys”. Ya existe un largo historial de previsiones imcumplidas. El NAFTA iba a traer 20 millones de empleos, la Directiva Bolkestein sobre la libre actividad de servicios iba a crear miles de nuevos puestos de trabajo. Mientras tanto, Europa batiendo récords de desempleo y EEUU de precariedad. Pero hay algo que es indudable. El proceso de equiparación en las normativas entre EEUU y Europa va a suponer igualmente un proceso de equiparación regresiva en el mundo laboral. El empleo precario, sin derechos, crece al dictado de la flexibilidad, la movilidad, la disponibilidad, el bajo costo y la individualización de las relaciones laborales. Con el TTIP se impone el bajo coste: en los productos, en los servicios públicos y en las trabajadores y trabajadoras.
Para acabar, interpelamos al Gobierno de Gasteiz, a que se posicione en contra de este Tratado, y que exija a la Comisión Europea y a los Estados Miembros que suspendan las negociaciones del TTIP, porque este tratado prioriza los intereses mercantiles a las normas sociales, económicas, sanitarias, medioambientales y culturales. Además, amenaza nuestra capacidad de decisión como pueblo, ya mermada.