El salario de las mujeres vascas debería crecer un 36,2% para equipararse al de los hombres

Esta intolerable situación, además de vulnerar el principio de igualdad salarial y negar las mismas oportunidades a mujeres y hombres, constituye un retroceso en la lucha por una sociedad más equitativa.

Por otro lado, queda demostrado que la estrategia de devaluación salarial está siendo especialmente dura para los colectivos más vulnerables y con menores remuneraciones, entre los que se encuentra el colectivo femenino.

Según se desprenden de esta encuesta, en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa el salario bruto anual de las mujeres es de media 7.771 euros inferior a la retribución bruta anual de los hombres. Es decir, que las mujeres deberían ganar un 34,8% más para obtener el mismo salario que el resto de sus compañeros.
Mientras que en Nafarroa, las mujeres percibieron de media 8.170 euros menos que los hombres en concepto de salario bruto anual. Lo que significa que el salario de las mujeres debería incrementarse de media un 42% para equipararse al de los hombres.

Ponderando estas remuneraciones, obtenemos que en Hego Euskal Herria el salario bruto medio de los hombres es 7.852 euros superior al de las mujeres. Dicho de otra manera, el sueldo de las mujeres tendría que aumentar un 36,2% de media para igualarse al de los hombres.

No obstante, la definición oficial de brecha salarial mide las diferencias de ingresos por hora de trabajo (remunerado), permitiendo así comparar salarios considerados como el “precio de la mano de obra”. Según la información del INE, los hombres en la CAV ganan de media un 25,1% más por hora que las mujeres; y en Nafarroa el salario/hora de los hombres es un 29,3% superior al de las mujeres. Por tanto, la media ponderada para el conjunto de Hegoalde indica que la ganancia por hora de los hombres es un 25,9% mayor que la de las mujeres.

Sin embargo, el concepto salario/hora enmascara otro tipo de discriminaciones de género que tienen su origen en actitudes culturales, conductas sociales y prácticas empresariales que reproducen modelos jerárquicos anclados en el patriarcado más rancio.

Como consecuencia del tradicional reparto roles entre hombres y mujeres, de la división sexual del trabajo y de la segregación ocupacional y profesional, las mujeres reciben un trato discriminatorio y todavía hoy son relegadas a ocupar un papel subalterno en el ámbito laboral. Estos procesos de segregación obligan a las mujeres, en general, a seguir unos patrones de inserción laboral más precaria. De esta manera, las mujeres son contratadas preferentemente en sectores de actividad y categorías profesionales menos valoradas y peor pagadas.

De hecho, más del 83% de los empleos a tiempo parcial son desempeñados por mujeres. Asimismo, la tasa de temporalidad afecta hoy al 17,7% de los hombres asalariados, mientras que en el caso de las mujeres se eleva al 23,8%.

En definitiva, la desigualdad salarial es el fiel reflejo de las múltiples vertientes que adopta la discriminación laboral por razón de género, cuyo impacto perjudica las condiciones materiales y la calidad de vida de las mujeres, las expone a niveles de pobreza más elevados, y repercute negativamente en sus niveles de protección social, dando lugar a prestaciones por desempleo y pensiones más reducidas para las mujeres.

Por todo ello, es urgente poner fin a las prácticas empresariales discriminatorias. Ahora bien, para lograr este objetivo no será suficiente con elevar el tono de la denuncia o aumentar el grado de exigencia para que los poderes públicos adopten medidas eficaces; también debemos reforzar la firmeza de nuestra acción sindical frente a esta injusta arbitrariedad.

Encuesta anual de estructura salarial. Ganancia media anual (en euros). Serie 2008-2012