Es muy fácil decir que las trabajadoras de cuidados son esenciales y que sin ellas la vida no es posible. Muy sencillo recordar que hacen una labor imprescindible y que han estado en primera línea durante la pandemia y que lo han dado todo. Es muy conmovedor aplaudirles y elogiar la importancia de sus trabajos.
Pero cuando se trata de llevar el discurso a la práctica, ya no resulta tan fácil. No se han mejorado sus condiciones laborales, ya de por sí escasas. No se han aumentado las plantillas, ni las ratios en las residencias de mayores ni en ayuda a domicilio. No se ha asegurado su salud laboral. No se han tenido en cuenta las reivindicaciones de la trabajadoras de hogar, mayoritariamente migradas, invisibilizando y precarizando nuevamente a todo un sector, absolutamente esencial para los cuidados cotidianos. En definitiva, no han sido reconocidas social, política ni económicamente. Porque reconocer implica hacer realidad lo anterior y esto no ha sucedido. La precariedad se ha cronificado en los sectores feminizados.
No es casualidad que seamos mujeres* las que estamos en los trabajos más precarios, los relacionados con los cuidados y la sostenibilidad de la vida. Porque al sistema capitalista la vida, en realidad, le importa bien poco, lo justo como para mantener la necesaria mano de obra para explotar, si es a mujeres* mejor. Porque el sistema no se podría sostener, tal y como está, si reconociera todos esos trabajos cotidianos, invisibilizados, precarizados que realizan millones de mujeres* cada día en el mundo.
La situación actual de los sectores feminizados en el mercado laboral regulado es inaceptable: sueldos miserables muchos por debajo de los 1.000 euros, jornadas parciales, contratos temporales, horarios interminables, precariedad, inestabilidad, falta de seguridad laboral, inexistencia de convenios… La situación de las mujeres* cuidadoras en sectores desregularizados y en la economía sumergida es insostenible desde un punto de vista de justicia social.
Es urgente que demos pasos ya hacia una reorganización social y democratización de los cuidados, que como sociedad repartamos estos de manera justa, que aseguremos que no se haga negocio de ellos, que se sienten las bases para un sistema público comunitario de cuidados que garantice que todas las personas podamos recibir cuidados cuando lo necesitemos, y que estos se prestarán en condiciones dignas, tanto para las personas cuidadoras como para las personas cuidadas. Esto implica, por supuesto, que nadie será explotada para que alguien sea cuidado, tal y como sucede hoy día.
La mujeres* trabajadoras seguiremos en lucha hasta que consigamos:
> Dignificación de todos los trabajos de cuidados. Reconocimiento político, económico y social.
> Condiciones laborales óptimas en todos los sectores feminizados.
> Publificación de los trabajos de cuidados. Acabar con este negocio.
> Eliminar la brecha salarial de género.
> Regularización de todas las trabajadoras de cuidados. Ni una cuidadora sin derechos.
> Romper con la división sexual del trabajo.
> Reconocimiento de la deuda patriarcal.
> Convenios laborales propios en todos los sectores feminizados.
Emakume* langileok borrokan!
#EsencialesSiempre