En vísperas del 30 de marzo, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, cabe denunciar que seguimos sufriendo la división del trabajo en función del sexo.
Hemos seguido y seguimos sufriendo la división del trabajo en función del sexo. Vivimos en un sistema estructurado que dirige a las mujeres* a los trabajos de cuidados. Desde la época de la industrialización, el capitalismo salvaje ha reforzado la división de dos espacios principales: por un lado, el espacio de la producción; y por otro lado, el espacio de la reproducción. En el espacio productivo, se mueve un capital, se recibe un salario por la fuerza de trabajo, se trata del “empleo” reconocido en el imaginario colectivo de la sociedad, que se sitúa en el seno de la lógica del crecimiento y el empleo. En el espacio reproductivo, se sitúan los trabajos de cuidados, la estructura necesaria para sostener la vida.
Estos dos espacios se basan en la división del trabajo en función del sexo y en el capitalismo ha resultado estratégico para poder ratificar todo el sistema. El trabajo reproductivo se ha puesto en manos de las mujeres*, a través de un rol adjudicado históricamente, en el cual las mujeres* debemos ser cuidadoras de las demás y que se ha transmitido de generación en generación. Las mujeres* hemos realizado los trabajos de cuidados de forma gratuita, ocultas, en el ámbito privado, dentro de casa, sin pedir nada a cambio, sin reconcimiento, por el simple hecho de ser mujeres*. En la alianza entre capital y patriarcado, las mujeres*, hemos sostenido y cuidado a los hombres que han salido a la esfera pública para que fueran productivos en la lógica del mercado.
El capitalismo ha mercantilizado los trabajos de cuidados. Así, y a través del intercambio de dinero, las mujeres venden su fuerza de trabajo, convirtiendo una necesidad básica en un servicio. En la medida en que los trabajos domésticos se convierten en servicios o negocios privados en los países de occidente, hay una estructura social capitalista y patriarcal que condena a un perfil concreto de personas a desempeñar estas tareas. Este perfil está cruzado por características específicas: género, etnia, origen, clase… En este caso, los trabajos domésticos a cambio de un salario quedan en manos de mujeres inmigrantes. Las mujeres son mayoría entre quienes realizan tareas domésticas por cuenta ajena, por lo tanto, la organización de la estuctura del sistema capitalista heteropatriarcal refleja la división del trabajo en función del sexo. Desde un punto de vista de la interseccionalidad, estas mujeres* sufren una multitud de opresiones, que afloran tanto en sus trabajos como en la vida cotidiana. Así, por la falta de apoyo que sufren, se encuentran obligadas a trabajar en condiciones laborales precarias. Muchas trabajan por sueldos de vergüenza, sin contrato, en situaciones de explotación, con miedo a dar su opinión para no ser despedidas.
Tenemos que ser criticas con la situación de estas mujeres* que trabajan en los hogares a cambio de un sueldo. Como mujeres blancas hemos impulsado múltiples luchas por nuestros derechos, con el objetivo claro de construir un país y una forma de vida feminista. Pero en la cotidianidad de nuestra militancia, ¿dónde quedan las precarias situaciones de las trabajadoras del hogar asalariadas? ¿Y sus condiciones laborales? ¿La violencia machista y sexista que han sufrido? Nosotras, mujeres* blancas, somos el sujeto directamente interpelado de los trabajos de cuidados gratuitos, por el simple hecho de ser mujeres, tenemos que interpelar a las instituciones, los centros de trabajo y los hombres de nuestro entorno, para conseguir trabajos de cuidados dignos y paritarios y terminar con el reparto del trabajo en función del sexo. Sin embargo, aunque sean nuestra competencia, no podemos olvidar a las mujeres* que trabajan de forma asalariada en los hogares en situación precaria. Estas mujeres* deben tener categoría de sujeto político del feminismo, para que se les otorgue la visibilidad y el reconocimento que debemos incluir en nuestros sujetos.
Debemos darles un sitio en nuestros espacios de privilegio para que alcen su voz, el feminismo debe situar las vidas en el centro, optando por repensar y recrear los trabajos de ciudados. Queremos romper con la lógica del capital, para dar una verdadera importancia a los trabajos de ciudados. Hay que garantizar los derechos de las trabajadoras asalariadas, como las bajas por enfermedad, la cotización en la seguridad social, el salario básico, la formación, el desempleo… La fuerza de trabajo de las mujeres no es una mercancía, exigimos derechos dignos.
Mañana jueves, 28 de marzo, a las 18:30, tenemos una cita importante en Barakaldo, así, hacemos un llamamiento a participar en la concentración que se realizará ante la agencia Apuros Mayse. Esta agencia oprime a las trabajadoras, no les da vacaciones, ni alta en la seguridad social. Mañana estaremos allí. Nuestros cuerpos no se explotan y lucharemos por unas condiciones dignas para las trabajadoras del hogar y por la reorganización de los trabajos de cuidados.