Es decir, hasta ahora Kutxabank ofrecía contratos eventuales sucesivos a una misma persona por un máximo aproximado de cuatro años, para evitar reclamaciones por discriminación en antigüedad. Todo apunta a que a partir de ahora se les va a dar la patada según se aproximen a los dos años en la entidad. ¿O alguien se piensa que esta Dirección les va a subir de nivel siendo eventuales? Resultado: precarización de la plantilla más joven, peor calidad del servicio y estrés laboral en aumento.
En estas circunstancias, tampoco la plantilla más veterana puede salir bien parada, porque las desigualdades la convierten en un blanco fácil. Las barbas del vecino están ya peladas y las tijeras no descansan.
La Dirección de Kutxabank muestra una falta de imaginación muy preocupante. Incapaz de revertir los errores del pasado reciente -sobre todo la fatídica compra de CajaSur por BBK- se está dedicando a liquidar todos los activos del banco, y la plantilla es uno de ellos.
Para ello, se está sirviendo de la mayoría estatal de dos sindicatos sumisos y en declive, CCOO y Pixkanaka- Kaskari. Nos han vendido un “convenio de transición” para dos años, 2017 y 2018. Es significativo que a finales de 2018 coincidirán su vencimiento y las elecciones sindicales en Kutxabank. Con la denuncia a tiempo del convenio, Kutxabank se asegurará la representatividad de estos dos sindicatos para la negociación del próximo con independencia de su posible batacazo electoral. Todo ello en una probable urgencia económica (en 2020 vencerá el plazo para la provisión de fondos de la que depende la propiedad del banco) y con múltiples problemas sin resolver: fundamentalmente, las desigualdades y los traslados no deseados que provocó la apresurada bancarización de las tres cajas vascas.
O sea, que en este convenio se ha metido a la plantilla en el cohete y se ha contratado al pirotécnico. Pero hemos prometido cerrar un chiste. ¿Quién gana? La gran banca española, que se frota las manos con el vacío que quedará en el panorama financiero vasco.