En efecto, la evolución del desempleo se ha visto favorecida por la influencia de factores estacionales relacionados con el auge del turismo y de las contrataciones en el sector servicios durante la Semana Santa. No obstante, el empuje del empleo de temporada e inestable no debería distraernos de los graves problemas que debemos enfrentar en este momento:
• La ralentización en la creación de empleo y su progresiva precarización,
• Las amenazas que se ciernen sobre la industria del acero en general, pero que de forma injustificable se están focalizando en nuestro territorio.
En este sentido, la situación por la que atraviesan las acerías de Zumárraga y Sestao (por citar los dos ejemplos más recientes) nos alerta de las negativas consecuencias que tendría un cambio de modelo productivo abocado a sustituir empleo de calidad por empleo precario.
Por otro lado, aunque la afiliación a la Seguridad Social continúa aumentando, cada vez lo hace a menor ritmo; y además, a golpe de precariedad e impulsada por la extensión del empleo con muy bajos salarios.
En todo caso, este incremento de la afiliación no ha impedido que el déficit de la Seguridad Social haya dejado de crecer, en gran parte por el deterioro de la calidad del empleo y de las bases de cotización; pero también por las reducciones aplicadas en las cuotas ingresadas por las empresas, que suponen un auténtico derroche y un trasvase de dinero público al empresariado.
De la misma manera, el aumento de la afiliación tampoco se ha traducido en una mejora apreciable de las condiciones de vida de la clase trabajadora. Al contrario, la progresiva precarización de las condiciones laborales y la profunda devaluación salarial ha disparado los índices de desigualdad y de pobreza laboral.