La sociedad está acostumbrada y ve con total normalidad el hecho de tener una mujer para que realice las tareas del hogar o cuide de nuestros hijos, hijas o personas mayores. Sin embargo, no somos capaces de ver las condiciones laborales a las que sometemos a esas mujeres, o preferimos hacer como que no las vemos, para no remover en exceso nuestras conciencias. Que éste sea un fenómeno generalizado no es casualidad: que a estas labores que se desempeñan en el ámbito privado no se les otorgue ningún valor ni reconocimiento no es casualidad, que el sistema nos asigne de forma sistemática estos trabajos a las mujeres no es casualidad, que cuando se ha procedido a la mercantilización de estos trabajos éstos se hayan ligado a las condiciones laborales más precarias y a sueldos miserables no es casualidad, que cuando hemos necesitado a alguien o contratado a alguien para hacer estos trabajos hayamos elegido una mujer no es casualidad…
No es casualidad que cuando en época de bonanza se han mercantilizado estos servicios el perfil de mujer que hayamos elegido sea éste: mujer extranjera que deja su país de origen motivada por razones económicas, ilegal por carecer de papeles… Mujeres invisibilizadas. Eso si con la crisis las familias (las mujeres nuevamente) han vuelto a asumir esos trabajos, o en numerosas ocasiones, las mujeres autóctonas han vuelto a ocupar estos puestos de trabajo desplazando al eslabón más debil de la cadena: la mujer inmigrante.
Mañana es 30 de marzo, Día Internacional de las Trabajadoras de Hogar, tenemos que seguir denunciando que las condiciones de trabajo y los derechos laborales de las trabajadoras de hogar son muy diferentes al conjunto de la clase trabajadora: esta profesión ocupada por mujeres es la única que no genera derecho a prestación por desempleo, tiene horarios amplísimos e intempestivos y exige disponibilidad absoluta, para percibir un salario equivalente al SMI (Salario Mínimo Interprofesional).
Ante esta situación queremos reivindicar las siguientes medidas:
- Establecer el SMI en 1.200 euros, por lo que el salario mínimo de las trabajadoras de hogar se correspondería con esa cantidad.
- Tener los mismos días festivos y de vacaciones que el resto de trabajadoras y trabajadores.
- Regulación de los horarios estableciendo los períodos mínimos de descanso, tanto semanales como diarios.
- Derecho a un trabajo seguro y un ambiente laboral saludable.
- En el caso de las trabajadoras dedicadas a las labores de cuidados, recibir formación por parte de los servicios de bienestar social para poder acometer el trabajo de forma adecuada y segura (en la medida en que estas trabajadoras desarrollan una labor social y ofrecen un servicio que debería estar cubierto por las instituciones, éstas deberían ofrecer a las trabajadoras de hogar la misma formación que ofrecen a sus propias trabajadoras).
Estas medidas, además de ser unas medidas básicas, serían de carácter transitorio, ya que el debate que tenemos que abordar es sobre qué nuevo modelo queremos construir frente al actual, impuesto por el sistema capitalista patriarcal. Si queremos un nuevo modelo que en lugar de pivotar sobre los mercados y el empleo, sitúe la vida y las personas en el centro, está claro que los trabajos domésticos y de cuidados, en la medida en que son imprescinbibles para el sostenimiento de la vida, tendrán que tener ese reconocimento y ser valorados como corresponde. Y junto con ello, superar la actual división sexual del trabajo.