Aunque la mayoría todavía lo desconozca, el 22 de febrero es el día por la igualdad salarial de mujeres y hombres. Sin embargo, los datos nos muestran que aún estamos muy lejos de conseguir la igualdad salarial a la que se hace referencia este día. Desde LAB queremos subrayar que necesitamos un nuevo modelo de relaciones laborales. Un modelo que se sustente en unas relaciones entre hombres y mujeres igualitarias y basadas en el respeto. Un modelo que supere las actuales relaciones de dependencia, garantice una visión integral del trabajo, y acabe con la actual división sexual del trabajo.
La existencia de discriminación salarial entre hombres y mujeres no es novedad, pero lo preocupante es el incremento que se está dando en la brecha salarial entre hombres y mujeres, desde el inicio de la crisis. En el caso de Nafarroa, en 2008, los hombres ganaban un 38,6% mas de promedio anual que las mujeres. Y en 2012 (hay que tener en cuenta que los últimos datos oficiales del INE son del 2012), los hombres ganaban ya un 42% más que las mujeres.
Los mismos datos reflejan, que en la CAV, los hombres ganaban un 29,9 % más de promedio anual que las mujeres, en 2008, y que esta diferencia asciende a un 34,8% en 2012.
Encuesta anual de estructura salarial. Ganancia media anual (en euros). Serie 2008-2012
El salario de las mujeres vascas debería crecer un 36,2% para equipararse al de los hombres
Según se desprende de la última Encuesta Anual de Estructura Salarial publicada por el INE (datos del 2012):
En Araba, Bizkaia y Gipuzkoa el salario bruto anual de las mujeres es de media 7.771 euros inferior a la retribución bruta anual de los hombres. Es decir, que las mujeres deberían ganar un 34,8% más para obtener el mismo salario que el resto de sus compañeros.
Mientras que en Nafarroa, las mujeres percibieron de media 8.170 euros menos que los hombres en concepto de salario bruto anual. Lo que significa que el salario de las mujeres debería incrementarse de media un 42% para equipararse al de los hombres.
Ponderando estas remuneraciones, obtenemos que en Hego Euskal Herria el salario bruto medio de los hombres es 7.852 euros superior al de las mujeres. Dicho de otra manera, el sueldo de las mujeres tendría que aumentar un 36,2% de media para igualarse al de los hombres.
No obstante, la definición oficial de brecha salarial mide las diferencias de ingresos por hora de trabajo (remunerado), permitiendo así comparar salarios considerados como el “precio de la mano de obra”. Según la información del INE, los hombres en la CAV ganan de media un 25,1% más por hora que las mujeres; y en Nafarroa el salario/hora de los hombres es un 29,3% superior al de las mujeres. Por tanto, la media ponderada para el conjunto de Hegoalde indica que la ganancia por hora de los hombres es un 25,9% mayor que la de las mujeres.
La brecha salarial, consecuencia de la discriminación estructural que padecemos las mujeres, tanto en la sociedad como en el mundo laboral.
La brecha salarial entre hombres y mujeres, es una consecuencia más del tradicional reparto de roles entre hombres y mujeres, de la división sexual del trabajo y de la segregación ocupacional y profesional, establecida por el actual sistema capitalista patriarcal. La asignación a las mujeres de los trabajos de cuidados y de los trabajos domésticos, además de limitar el acceso de las mujeres al mundo laboral, ha supuesto que una vez incorporadas al mismo, ocupemos las profesiones y las categorías más bajas y de menor reconocimiento. Las mujeres seguimos siendo quienes padecemos mayor precariedad y eventualidad en el mundo laboral. De las jornadas realizadas a tiempo parcial, el 82,3% son realizadas por mujeres, y la tasa de eventualidad de las mujeres se sitúa en el 25,9%, frente al 18,5% de los hombres. Las mujeres reciben un trato discriminatorio y todavía hoy son relegadas a ocupar un papel subalterno en el ámbito laboral. En definitiva, la desigualdad salarial es el fiel reflejo de las múltiples vertientes que adopta la discriminación laboral por razón de género.
Por si esto fuera poco, nuestra situación no ha hecho sino empeorar tras la ofensiva que ha abierto el capital contra la clase trabajadora, tomando la crisis como pretexto. El ataque articulado por la patronal contra los salarios, la desregularización de las relaciones laborales impuesta por la última reforma laboral, así como el hecho de que el derecho a la negociación colectiva se encuentre totalmente condicionado, han supuesto el recrudecimiento de la situación de las mujeres.
Lejos de impulsar medidas efectivas que acaben con la actual discriminación, y logren la equiparación salarial, la apuesta ha sido poner en marcha toda una ofensiva contra los salarios, para de este modo reducir costes. En lugar de buscar la competitividad en el valor añadido, se ha optado por la reducción de los costes laborales. Como consecuencia: incremento de la pobreza y las desigualdades sociales. Con nuestros salarios y nuestras condiciones laborales, actualmente podemos decir que la mayoría de las mujeres, aún teniendo un empleo, estamos siendo condenadas a la pobreza.
Mientras tanto la Ley para la igualdad de mujeres y hombres de la CAV cumple ya diez años.
Hoy, 18 de febrero, cumple diez años la Ley de igualdad de mujeres y hombres de la CAV. Hace diez años, desde este sindicato nos alegrábamos de que por fin se legislase en materia de igualdad. Pero a su vez, nos mostrábamos escépticas en cuanto a su efectividad, pues las medida reguladas en la presente ley quedaban al arbitrio o a la voluntariedad de las instituciones y demás organismos, sin establecer medidas contundentes y obligatorias en esta materia.
Por desgracia, comprobamos que teníamos razón. La Ley en su articulo 36 establece, que las administraciones públicas vascas, han de promover condiciones para que la igualdad de oportunidades y trato de mujeres y hombres sea real y efectiva, tanto en las condiciones de acceso al trabajo, como en las condiciones de trabajo, formación, promoción y retribución.
Pero tras diez años, no es solo que no se haya conseguido dicha igualdad, sino que además estamos retrocediendo, tal y como muestran los datos hoy aportados. Estos datos ponen en duda la efectividad de esta ley, pero no solo lo hacen los datos. El hecho de que la presente ley no cuestione el actual modelo de relaciones laborales, ni la división sexual del trabajo derivada de este modelo, es su mayor condicionante hacia la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres.
Por lo tanto, queremos subrayar que necesitamos un nuevo modelo de relaciones laborales. Un modelo que se sustente en unas relaciones entre hombres y mujeres igualitarias y basadas en el respeto. Un modelo que supere las actuales relaciones de dependencia, garantice una visión integral del trabajo, y acabe con la actual división sexual del trabajo. Solo en este nuevo modelo de relaciones laborales conseguiremos la equiparación y la superación de la actual brecha salarial.