Tanto el FMI, con su última propuesta de reducir salarios, como la patronal española con su propuesta de limitar los contratos indefinidos pretenden una vez más sacar provecho de la situación de crisis para mejorar los márgenes de beneficio empresarial y financiero.
Que no pretendan engañar a nadie sugiriendo que con estas medidas pretenden ningún tipo de beneficio social porque lo único que buscan es mayor lucro particular de nuevo a costa de la clase trabajadora, es decir, a costa del empobrecimiento y la precarización de la mayoría de la sociedad.
De hecho, ninguna de estas dos propuestas son nuevas, son recetas que con la excusa de la crisis ya se han aplicado. Muestra de ello son las continuas reformas laborales, de negociación colectiva y de servicios públicos que ya se han aplicado y que han traído consigo una mayor desregulación laboral, pérdida de poder adquisitivo y pérdida de garantías sociales fundamentales, y que sólo han servido para mejorar los beneficios y la posición de la patronal.
Todo esto sucede porque la patronal está desbocada. Cuenta con la absoluta colaboración de los gobiernos, entidades que con su legislación permiten situaciones como las de Corrugados Azpeitia, Troquenor, Inasa o Incoesa donde pese a la viabilidad de su actividad, se desmantelan para su deslocalización a costa de la pérdida de puestos de trabajo, con el impacto que esto supone a nivel social.
Para crear empleos y dotar de mayores garantías a la clase trabajadora, de donde hay que recortar es de los privilegios de esas élites económico-financieras que son los únicos que disfrutan de privilegios en este país.
En este sentido queremos hacer un llamamiento y una advertencia a la patronal vasca. Si como hasta ahora permanentemente han demostrado pretender seguir los consejos de la CEOE, y aprovechar una legislación que cada vez más favorece única y exclusivamente sus intereses, en Euskal Herria se tendrán que enfrentar a una conflictividad social y laboral cada vez mayor. La clase trabajadora vasca está más que harta de que se cercenen cada vez más sus derechos, y además en Euskal Herria se ha gestado un movimiento social y sindical capaz de vehiculizar ese enfado y convertirlo en conflictividad.
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